Antonio García

Antonio García


Marcha atrás

07/02/2022

La primera vez que oí que algo estaba aquí para quedarse fue al grupo Sha Na Na, en Grease, y ellos se referían al rock and roll actualizando a un grupo de los 50, Danny y los Junior. Muy previsores no fueron, porque el rock and roll fue perdiendo fuste, en años sucesivos, bajo capas de tecno, rap, trap, reggaeton, autotunes y tetas rigobertas. Lo que sí hizo fortuna fue la expresión en sí que desde entonces se aplica a cualquier novedad que se pretende sempiterna. Hoy los más listos del barrio lo dicen de la tecnología, y para entenebrecer más el asunto añaden la coletilla de que no hay marcha atrás.
La pandemia y el confinamiento fueron una excusa para acelerar lo que llaman digitalización. Las clases virtuales, las reuniones por zoom, el trabajo desde casa se sumaron a otras actividades ya asentadas como las compras por internet, todo tipo de gestiones burocráticas que hacen imprescindible la mediación del móvil y aparejan la progresiva eliminación del contacto físico o de soportes obsoletos como el papel. Hoy los médicos no quieren ni vernos y cuando uno quiere referir sus males tiene que señalarse el bazo por videoconferencia. Si las oficinas bancarias están semivacías no es porque los bancos hayan perdido clientela sino porque los trapicheos se realizan desde casa. Los más perjudicados son los viejos, que llegaron tarde al invento, otra discriminación más, como si no fuera bastante la de la edad. A los viejos, que ya dejamos morir en las residencias, hoy los dejamos morir civilmente por no ofrecerles una alternativa física, humana, cara a cara -presencial, que dicen los estupendos-, la misma que nos gobernaba a todos antes de transformarnos en robots o avatares deshumanizados.