Fernando Lussón

COLABORACIÓN

Fernando Lussón

Periodista


Diferencias

12/04/2022

Cuando se producen dos hechos casi simultáneamente se pueden constatar de forma diáfana las diferencias entre ambos. El triunfo del presidente francés, Emmanuel Macron en la primera vuelta de las elecciones francesas sobre la líder de la extrema derecha, Marine Le Pen, ha sido previa a la sesión de investidura de Alberto Fernández-Mañueco como presidente de Castilla y León con Vox dentro de su gobierno.

La decisión de todos los partidos perdedores en Francia de animar a sus votantes a dar su voto a Macron en la segunda vuelta, o en cualquier caso a no votar a la extrema derecha estableciendo un cordón sanitario para impedir que triunfe, lo mismo que hicieron en las elecciones de 2017, contrasta con la bienvenida que desde el Partido Popular, por boca de algunos de los dirigentes de la nueva ejecutiva se da a la incorporación de Vox a un gobierno autonómico por primera vez, como un "síntoma de normalidad", lo que se combina con la actitud, más que ambigua silente, del líder popular, Alberto Núñez Feijóo, a los pactos con la extrema derecha, y el entusiasmo mostrado por su contrapoder en el seno del PP, Isabel Díaz Ayuso, al gobierno de coalición.

Las diferencias entre los procesos electorales en Francia y España, son evidentes y lo condicionan todo. En Francia hay un sistema electoral mayoritario que configura un modelo presidencialista y el que gana las elecciones se queda con todo el poder. Así se evita tanto el pacto de perdedores como la formación de gobiernos "en los despachos", que han facilitado al PP contar con todo el poder territorial y municipal que acumula en estos momentos. Alberto Núñez Feijóo ha vuelto a poner sobre la mesa que debe gobernar la lista más votada, un mantra del que se había olvidado el PP cuando ha recibido el apoyo externo de Vox. Ahora que el partido de Santiago Abascal considera que ya ha aprendido bastante, le ha puesto precio puesto a sus votos en forma de acceso a los gobiernos en los que puedan ser determinantes sus escaños.

El sistema español es parlamentario y gobierna el candidato que más votos consigue para su investidura. En la situación actual de bibloquismo y sin posibilidad de que ningún partido alcance la mayoría absoluta, los pactos están a la orden del día. Ocurre que los dos bloques consideran que los partidos preponderantes, PSOE y PP no debieran estar sometidos a los designios de los partidos menores considerados partidos anticonstitucionalistas, cuando no antidemocráticos, de lo que se derivan luego peligrosas acusaciones de ilegitimidad. Feijóo ya advirtió a Sánchez que no iba a aceptar críticas sobre futuros acuerdos de quien pacta con ERC y EH Bildu. Desde el PSOE le recuerdan el cordón sanitario de la derecha europea a sus contrincantes de extrema derecha a los que no quieren como aliados.

Pero las matemáticas parlamentarias son inexorables, lo mismo que el gusto por el poder que nadie está dispuesto a perder por consideraciones morales. Tampoco renuncian a dejar de ser alternativa confundiendo programas y soluciones a los problemas de los ciudadanos. Por el momento el partido de Le Pen se ha travestido, ha dulcificado sus propuestas más radicales y no ha engañado a los franceses. Está por ver que hace Vox en Castilla y León y si se viste de seda, aunque ya se sabe cómo termina el refrán.