Antonio García

Antonio García


Gafas inteligentes

28/03/2022

Ray Ban, al alimón con Facebook, ha desarrollado unas gafas inteligentes, cuya inteligencia no reside en su capacidad para resolver ecuaciones de segundo grado o en afrontar problemas irresolubles, sino en la de grabar videos, sacar fotos, activar música o responder llamadas. Lo que ya hacían los móviles, pero sobre el puente de la nariz. Si algunas miradas mataban, ahora habrá que añadir que, además, graban. Cuando un portador de esas gafas nos diga que se ha quedado con nuestra cara, ya sabremos que ese registro no habrá sido solo mental, memorístico, sino completo: se ha quedado con nosotros literalmente. Las gafas han dejado de ser una ortopedia odiosa: al que las necesitaba se le catalogaba como cuatro ojos o gafotas, pero a cambio prestaban un aura intelectual por ser consecuencia de una vida gastada en lecturas. Cuando las lentillas o las operaciones las hicieron innecesarias volvieron a resurgir, esta vez como objeto fashion potenciando el diseño de monturas que ya no precisan ni de cristales o los recuadran sin graduación. El siguiente paso, no él último, es este que va a convertirnos en potenciales espías, chivatos, paparazzi, y nos hará huir, por si las moscas, de cualquier conciudadano con gafas, sospechoso de todo lo anterior. Como todo es mejorable no tardará en llegar la tecnología que capte nuestra desnudez –como en la peli de Roger Corman- o nuestros pensamientos. Los inventores del trasto despejan nuestra preocupación: no es obligatorio usarlas, pueden desconectarse y además avisan con su lucecita, todo un consuelo. Los detractores las acusan de inmiscuirse en nuestra privacidad, lo que tendría sentido si nos quedara algo de ella.