Eloy M. Cebrián

Eloy M. Cebrián


Renovación

19/08/2022

Por estas fechas en que el principio de curso se aproxima, suelo acariciar la idea de una renovación integral de mi persona. Este cambio empezaría por el aspecto físico, con la pérdida de peso, la adquisición de un vestuario más elegante (a la par que moderno) y la afiliación a un gimnasio y un club de senderismo. Paralelamente, tendría lugar una renovación mental y espiritual cuyo alcance y profundidad resultaría prolijo detallar aquí. De este modo, sin necesidad de agotar el año, llegaría al 2023 con el camino allanado para el renacimiento físico y espiritual que llevo varios lustros planeando. Las vacaciones de verano son el momento más propicio para este tipo de propósitos, pues la interrupción de la vida laboral y la distancia que esto conlleva permiten la elaboración de inventarios y balances en lo personal. «Renovarse o morir» es lo que recomienda el dicho popular. Y, sin embargo, la mayoría de los intentos de renovación corren la misma suerte que la renovación del CGPJ, ese culebrón con el que los periodistas rellenan los huecos de los informativos. Al propósito de renovarse le ocurre lo mismo que al bronceado estival, que se esfuma en cuestión de horas desde el momento en que pisamos de nuevo el trabajo. La cuestión es si esto es tan terrible, si de verdad es un síntoma de estancamiento o de muerte, como afirma el dicho, aunque se trate de una defunción moral o psicológica. Pues eso depende de cada cual. Si lo piensan, no resulta muy práctico plantearse cambios personales cuando la realidad ya se encarga de cambiarnos, generalmente para peor. Por otro lado, si uno no es muy decidido y voluntarioso, más vale que se quede como está a correr el riesgo de volverse aún más gilipollas. Y ello por no hablar del esfuerzo y del sufrimiento que comporta todo cambio, como sabe muy bien cualquier incauto que se haya empeñado en reformar la cocina o el cuarto de baño.

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