Antonio Pérez Henares

PAISAJES Y PAISAJANES

Antonio Pérez Henares


A Paco Uribes, con gratitud

15/10/2021

Conocí a Paco Uribes un 31 de mayo de hace ya una buena pila de años en una fiesta de del Día de Castilla-La Mancha de la que salimos huyendo del tumulto Carlos Falcó, él y yo. El marqués de Griñón, también tristemente fallecido hace poco más de un año, nos invitó a irnos a 'Casa de Vacas' solar de uno de sus viñedos a picar un algo y echar unos tragos. Me presento a Paco, nos tiramos la tarde entera hablando de vinos, de historia, de cultura y de lo que nos vino en gana y Paco, al que no conocía, fue como lo fue Carlos, amigo para siempre.
A Paco Uribes, desde aquel entonces lo traté incluso bastante más por muchas causas, entre ellas la de la cercanía entre Huete, donde el levantó de la nada y a base de ilusión, listeza y empeño el 'Pago de Calzadilla' y unos vinos, que juntos con lo de Griñón, se convirtieron y son, en los más prestigiosos de nuestra región y que gozan del reconocimiento tanto en España como en el Mundo.
 Paco Uribes hizo por nuestra región, por su querido Huete, por Cuenca, por el vino y por los amigos todo lo que pudo y todo lo que le dejaron. Era un hombre inteligente, culto, bondadoso, disfrutón y generoso. No había cosa que más le gustara que disfrutar de la vida y compartirlo. Para el recuerdo las veladas musicales en el maravilloso entorno de la bodega en Calzadilla.  
 Es posible que esto hubiera tenido que escribirlo antes, aunque algo escribí en su tiempo, y no ahora que acaba de morírsenos. Pero lo hago porque su sueño sigue en pie. No fue pequeña hazaña hacerlo realidad y cultivar uvas a más de mil metros de altitud. Él y su mujer, Celia, lo lograron y su hija Celia, enóloga formada internacionalmente y aquerenciada tanto como ellos a la tierra, perseverará en el empeño.
 Creo que todos lo que lo conocimos le debemos algo. Y me parece que decirlo es lo mejor que puede decirse de un hombre cuando se ha ido. Mi deuda personal de gratitud, la de mis primos y mía, es habernos ayudado a mejorar nuestro humilde vino familiar y pueblerino de Bujalaro. Nos dio los mejores consejos y hasta nos descubrió algún secreto. Nos regaló hasta una primera cuba y toda su experiencia. Nos consiguió las plantas de uva syrah traídas de la Toscana italiana con la que recuperé la ilusión por la viña de mi abuelo, a la que ahora da gusto verla.
 El otro día en la bodega, en la vendimia, lo mentábamos con cariño y dijimos de ir a visitarlo en cuanto antes, ahora que ya tendría lo suyo recogido y fermentando y parece que va pasando esta terrible nube que nos lleva apedreando desde hace más de un año y medio. No será ya posible y duele más no haber podido hacerlo este tiempo atrás. Al menos, quiero rendirle hoy, con estas líneas, homenaje en lo que puedo y alcanzo, y lo pido con ellas y desde aquí para él a quienes en Cuenca y Toledo tienen en su mano darle el reconocimiento a su labor que se ha merecido.
 Descansa en paz, amigo y si te encuentras con el Griñón por algún sitio, plantad entre los dos una viña y enseñarles, a los de por allí, a hacer el mejor vino. A un tal Pedro dicen que le gustaba bastante darle al frasco y a lo mejor con ello pilláis cacho.