Los Mossos, un arma arrojadiza

Agencias-SPC
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Altos mandos y bases del cuerpo autonómico reclaman una estabilidad rota por hasta seis cambios de jefe desde la marcha de Trapero

El president Aragonès, caminando justo delante del último jefe cesado de la Policía catalana, Josep Maria Estela - Foto: EFE

La destitución del comisario jefe de los Mossos d'Esquadra Josep Maria Estela el pasado mes de octubre volvió a abrir la caja de pandora. Este último cese convirtió de nuevo a la Policía autonómica en arma arrojadiza en la disputa política en Cataluña y destapó el malestar existente entre los mandos y las bases del cuerpo, que claman por una estabilidad ya lejana tras encadenar crisis internas desde 2017.

El conseller de Interior, Joan Igani Elena, relegó a Estela solo 10 meses después de encumbrarle para sustituir al mayor Josep Lluís Trapero. Es el sexto cambio de jefe en los Mossos desde que Trapero fue destituido el 28 de octubre de 2017, en aplicación del 155 de la Constitución, lo que dio paso a un quinquenio en el que la Policía autonómica ha atravesado varias crisis, por batallas internas por el poder y por enfrentamientos con el Govern, mientras les llovían críticas por su intervención en aspectos como disturbios y desahucios.

Muchos mandos de los Mossos no ocultan su malestar por la inestabilidad que ha sufrido el cuerpo desde la primera destitución de Trapero, sin que desde entonces ninguno de los comisario jefe se haya podido afianzar, lo que consideran ha ido erosionando su autonomía y desgastando su imagen.

Tras encadenar varios mandatos largos -Joan Unió (1994-2007), Josep Milán (2007-2013) y Trapero (2013-2017)-, la Policía autonómica ha sufrido un rosario de relevos en los últimos cinco años, en los que ha estado en el ojo del huracán por distintos episodios. Crisis especialmente agudas, como la ocasionada por los disturbios tras la condena a la cúpula del procés, en octubre de 2019, con el comisario Eduard Sallent al frente del cuerpo y el entonces presidente, Quim Torra, criticándolo abiertamente por las cargas a independentistas, lo que acabó costando el cargo al conseller Miquel Buch.

Y también por los incidentes tras el encarcelamiento del rapero Pablo Hasel, en febrero de 2021 -ya con Trapero restituido-, en los que una joven perdió un ojo por un proyectil de foam, lo que llevó a constituir una comisión de estudio en el Parlament sobre el modelo policial, que aún está en marcha.

Y todo ello con cada vez más suspicacias y distanciamiento entre los mandos de los Mossos y el Govern, al margen de quien estuviera en el ejecutivo y quien en la Prefectura. Se vio por ejemplo cuando Ferran López -que dirigió a la policía durante el 155-, dimitió en junio de 2018 al sentirse desairado por la Generalitat.

Interior planteó entonces dejar vacante transitoriamente la Jefatura uniformada del cuerpo, si bien varios mandos se opusieron y finalmente la consellería eligió a Miquel Esquius como puente hasta poder nombrar el 3 de junio de 2019 a Sallent, justo el día que adquiría la condición de comisario.

Sallent, que ahora vuelve a dirigir el cuerpo en sustitución de Estela, intentó marcar un perfil propio por primera vez tras los años de hiperliderazgo de Trapero -que le había vetado en la anterior promoción de comisarios-, si bien topó con algunas resistencias internas y, especialmente, con el Ejecutivo de Torra.

Dirección coral

La brecha entre Trapero y Sallent se agigantó cuando Elena decidió cesar al primero, a quien ERC nunca perdonó su testifical en el juicio del procés ni su alegato en la Audiencia Nacional, desmarcándose de los líderes independentistas y asegurando que se ofreció a detener a todo el Govern tras la DUI.

Estela asumió en diciembre pasado, junto con Sallent de número dos, y con la intendente Rosa Bosch y la portavoz Montserrat Escudé en la Prefectura, el mando de una dirección coral, inicialmente en plena sintonía con Elena.

Sin embargo, con el tiempo, Estela empezó a tener la sensación de quedar al margen de las decisiones que, según su entorno, tomaba Sallent junto al director de los Mossos, Pere Ferrer, por lo que acabó librando un pulso, que finalmente perdió, ya que Interior defiende que es el poder político quien debe nombrar a la Prefectura.

El «punto de inflexión» para su destitución fue el proceso de feminización de las estructuras de mando: la consellería, que ha hecho bandera de este tema, impuso que, de los nuevos seis comisarios, cuatro sean mujeres -habían sacado la máxima nota-, mientras que Estela apostó por cuatro hombres y dos mujeres y luego planteó tres y tres.

En su carta de despedida, Estela, que fue ovacionado al integrarse como nuevo jefe de los Mossos en Lérida, pidió a los agentes que no se «distraigan» con el «ruido mediático» ni la «mezquindad» y les apeló a mantener sus valores de servicio público «con la máxima y radical neutralidad política».