Abengibre, arqueología en estado puro

A.M.
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El municipio recibe numerosas visitas por las diferentes colecciones expuestas en su Museo Arqueológico y por su ubicación entre los valles de los ríos Júcar y Cabriel

Lucía Martínez y Marisa Ruiz, dos residentes en Abengibre que conocen al detalle las excelencias que ofrece la localidad. - Foto: Arturo Pérez

Abengibre es más de lo que parece y de lo que se espera. Ubicado en pleno corazón de La Manchuela, su nombre proviene del árabe, aunque el origen reciente de esta localidad es cristiano, a partir de la ubicación en su término municipal de pastores de la antigua capital de la vecina Jorquera. 

Lo bueno que tiene Abengibre es que en apenas 30 kilómetros cuadrados de término municipal se concentra toda una amalgama de servicios a la ciudadanía, lugares de interés, curiosidades patrimoniales, un bello entorno natural  que transita entre las zonas llanas de La Machuela y el valle del río Júcar y, lo más importante y llamativo, un museo arqueológico como pocas localidades homólogas pueden ofrecer.

Ubicado en la segunda planta de la Casa Consistorial, un gran centro multiusos que no solo alberga los servicios propios de un ayuntamiento, sino también un salón de actos, el Museo Arqueológico de Abengibre, cuyo contenido expositivo están planteado especialmente para estudiantes, destaca por la reproducción de una vajilla ibérica hallada en el Vallejo, más conocida como los Platos de Abengibre. Compuesta por 32 piezas, algunas de ellas desaparecieron aunque la mayoría se conservan en el Museo Arqueológico Nacional, después de haber sido donadas por la Consejería de Cultura de Castilla-La Mancha en 1995. 

Ocho de estos platos son los que se han reproducido en el Museo de Abengibre. «La vajilla fue hallada por Sebastián en 1934 mientras hacía los hoyos para la viña. Se la llevó al cura del pueblo y como era el que mandaba, se apropió de ella». Es el relato de Lucía Martínez Vergara, una abengibreña de 67 años que llegó a emigrar a Valencia para trabajar, aunque después de siete años «nos volvimos al pueblo, porque lo echábamos mucho de menos».

Marisa Ruiz, aunque nació en Denia, tiene sus orígenes en este municipio de La Manchuela. Después de estudiar en Albacete, finalmente decidió convertirse en la bibliotecaria de Abengibre, donde está criando a sus hijos de 11 y 10 años de edad. Aunque no es la única, Marisa controla muy bien el contenido didáctico del Museo Arqueológico de Abengibre, una exposición concebida especialmente para alumnos de centros educativos, si bien también suele ser visitado por personas mayores y turistas que, en ocasiones, pueden participar en las visitas guiadas que realiza Abelardo López Pérez, impulsor de este centro museográfico que ha dedicado parte de su vida a recuperar piezas arqueológicas de la zona y es un profundo conocedor de las mismas.

A Lucía se le nota que siente pasión por su pueblo. «Aquí se vive de lujo», confiesa, una afirmación que apoya su vecina Marisa, quien destaca la cercanía de Abengibre con la capital albacetense: «Estamos a 45 minutos, el día que nos vamos a la ciudad hacemos todas las compras que nos hacen falta, vamos al cine, al teatro… y luego nos volvemos a nuestra casa», con lo que quiere resaltar que en Abengibre «no echamos nada de menos».

En la actualidad, la localidad cuenta con unos 600 residentes fijos que pueden hacer uso de dos oficinas bancarias, un supermercado, estanco, papelería, farmacia, consultorio médico con servicio durante toda la semana, dos bares… Lo que no tiene Abengibre, apunta Marisa, es un restaurante en condiciones, un servicio que opina «vendría muy bien» para atraer a mayor número de visitantes y que está segura que «funcionaría», por lo que lo califica de «una buena oportunidad para emprender en el sector de la hostelería».

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