Misioneros de Albacete en Misión

Redacción
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Por todo el mundo están repartidos 11.000 misioneros españoles. Decenas de ellos son albacetenses, como Julián Mansilla, en Tailandia, y Amando López, en Ecuador

El misionero albacetense Julián Mansilla, rodeado de fieles en Tailandia. - Foto: Obispado

Hoy es el día del Domund.  Once mil misioneros españoles están repartidos por todo el mundo. Decenas de ellos son albaceteños. Hoy es el día de enviarles nuestro apoyo de forma especial de recordar su labor y agradecer su entrega. Es necesario que se abran el corazón y las manos de todos, para contribuir con generosidad al fondo de solidaridad de la obra del Domund. 

Así cubriremos las necesidades de los misioneros y la construcción de iglesias y capillas, donde los fieles puedan reunirse para la celebración de los sacramentos. Ayudar al sostenimiento de colegios, dispensarios, centros médicos y formación de seminaristas y catequistas.

Julián Mansilla es misionero en Tailandia. Las condiciones de vida materiales son buenas. Su gran reto es la lengua y la cultura.

 El lema del Domund es Seréis mis testigos. ¿Qué nos dice el Domund hoy?

Todo cristiano que se esfuerza por vivir su fe «en verdad», que no significa ser perfecto, es misionero. Quien es consciente de su misión cristiana en el mundo es un testigo de Cristo. El Domund nos recuerda que todos los cristianos somos testigos de Cristo, somos misioneros. La manera de llevar esa misión es una cuestión secundaria: en tu país o fuera, clérigo o laico, célibe o casado, ... El mundo actual nos pide «testimonios», no «lecciones» de fe.

 ¿Cómo descubriste tu vocación misionera?

Nace en el Seminario Menor de Albacete. Allí oí hablar, por primera vez, de Safané (Burkina Faso). Escuché los testimonios de misioneros albaceteños; Juan Cárdenas, Pedro Ortuño, Manolo de Diego...

Cuéntanos tu labor. 

Acabo de terminar el estudio de la lengua tailandesa en la capital, Bangkok. Desde hace un mes estoy en la diócesis de Udon Thani, junto a dos compañeros del IEME, instituto misionero al que pertenezco. Como sacerdotes diocesanos que somos, estamos al servicio de esta diócesis, en igualdad de condiciones que los compañeros tailandeses. Disponibles para servir en las parroquias que el obispo nos asigna, ya sea solo o, como mi caso, con otro cura tailandés. Acompañamos el caminar de estas comunidades cristianas pequeñas y muy diseminadas. La religión budista es absolutamente mayoritaria (+ 95%). Es una «pastoral artesanal» como ocurre, actualmente, en tantos pueblos y aldeas de Albacete.

Amando López es misionero en Viche, Ecuador.  Allí son pobres, carecen de medios materiales y económicos. Esto no impide que sean cristianos comprometidos con Jesús y su Evangelio. 

 El lema del Domund es 'Seréis mis testigos'. ¿Cómo se vive?

Aquí lo celebramos con una Eucaristía muy participativa. Tenemos la ofrenda de comida para las familias pobres, escenificaciones de la Palabra, procesión de entrada, signos de colores de los continentes, la colecta en la que colaboran las comunidades. Sobre el lema, me gusta la meditación del evangelio de Marta y María. Necesitamos ponernos todos (sacerdotes, consagrados, obispos, laicos) a los pies de Jesús y escucharlo, como María. Hemos perdido un poco la capacidad de escucha. A Dios, le hablamos, le rezamos, le pedimos cosas, pero nos detenemos poco en meditar qué nos dice Él. Por otro lado, está la llamada de María: «Dile a mi hermana que me ayude». Es el grito de los pobres, de los que nos necesitan y que resuena constantemente. Algunas veces me olvido de los pobres y éstos le dicen a Jesús lo mismo que Marta le dijo de su hermana. Entonces, Jesús me da un tirón de orejas y vuelvo a ellos. Marta pidió ayuda, los pobres piden ayuda. No seamos sordos y escuchemos. Con quien hay que estar es con los pobres. Aquí está la misión y la identidad de la Iglesia. Es la misión y la identidad de todo bautizado. No tenemos otra misión, ni otra identidad que no sea servir, escuchar, estar con los pobres, con los que sufren. Llevar a Dios a todos los que se sienten heridos. Esto es un don de Dios, que nos viene de ponernos a los pies de Jesús, de escucharle y de ponernos también a los pies de los pobres, que nos gritan que les ayudemos. Esto es lo que hicieron Marta y María. Jesús dijo a sus discípulos que les enviaría el Espíritu Santo para que fueran sus testigos. Esto mismo nos dice hoy a nosotros. No estamos solos. 

¿Cómo nace la vocación misionera de López?

Sin ser plenamente consciente. Me puse a los pies de Jesús, le escuché y hasta el día hoy. La vocación misionera es un don, una gracia. Así la vivo. ¿Por qué se fijó en mí y por qué me mandó acá? Preguntadle a Él. Dios se vale de muchos medios, personas, acontecimientos, para ponernos a cada uno en nuestro camino. A mí me ayudó un sacerdote amigo. Lo importante es hacer oración, tener un corazón sensible al dolor de la gente. Dejarse hacer por Dios. Él se encargará de lo demás.

¿Qué haces en la misión?

Trabajamos para que todos sean conscientes que, como bautizados, tenemos un compromiso y una misión. Los domingos no puedo ir a todas las comunidades. Son más de 50. Por eso, trabajamos con guías y catequistas. Ellos mantienen celebraciones y encuentros en las comunidades semanalmente. Mi tarea acompañar y escuchar. Mucha gente vive dramas humanos y no tienen quien los escuche. 

La confesión de un chico de primera comunión me impresionó. Se acercó llorando. Yo guardé silencio y, al ratito, le pregunté. Dijo: «quiero conversar con mi papi. Él se va al campo y no me escucha». Muchas chicas son acosadas y hasta abusadas, ¿quién las escucha? Nadie. Necesitamos escucharnos y necesitamos escuchar a Dios.