L a celebración de la Semana Santa estuvo marcada por la práctica vuelta a la normalidad. Las imágenes volvieron a las calles acompañadas por cofrades y los sones de las bandas de cornetas y tambores, mientras centenares de ciudadanos se agolpaban en las aceras de las calles para presenciar lo que puede considerarse un anticipo de la normalidad. El proceso parece que concluirá el próximo 20 de abril con la retirada definitiva de las mascarillas tanto en el interior como en el exterior. En ese momento se abrirá el que puede ser el último gran debate pandémico. Hay opiniones para todos los gustos. Los hay a favor de la permanencia de la mascarilla en interiores y los hay que abogan por su desaparición total. La mayor controversia surgirá en el seno de las empresas y en ese ámbito el Gobierno se volvió a poner de perfil, serán los expertos en riesgos laborales los que determinarán la decisión a seguir.
Mientras ese momento llega, miles de españoles protagonizaron el mayor éxodo interior y miles de municipios se vieron desbordados por la avalancha de visitantes. Había ganas de volver a celebrar una Semana Santa como las de antes de marzo de 2020 y las carreteras volvieron a colapsarse tanto a la ida como a la venida. No importó la delicada situación económica, con la inflación desbordada -con los precios de la energía y combustibles desatados- y los augurios de estanflación en ciernes para que se movieran millones de euros en el mercado interior. Veremos a ver qué sucede con las vacaciones de verano y en qué situación acaba el año España, uno de los países que más sufre. De momento, se celebra la vuelta a la normalidad. No hay más ciego que el que no quiere ver.