Esteban Sánchez

Antonio Soria
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Albéniz sublimado en actuaciones fijadas

Esteban Sánchez.

Hoy inauguramos una nueva sección en esta nueva etapa de La Tribuna Musical, que dura ya 117 semanas de forma ininterrumpida desde que retomamos la tarea el 8 de marzo de 2020. En las etapas anteriores con frecuencia presentamos novedades discográficas. Ahora, más que nuevo, dedicaremos espacio a lo que consideramos bueno. El valor de lo nuevo, la bondad de lo novedoso también estará en este espacio, independientemente de modas o estrategias comerciales.

Todo proceso de investigación serio debe considerar lo escrito sobre la materia, por basar la evolución sobre los hombros de los grandes. Es lo bonito de la comunidad y del respeto al prójimo, algo que en este país, tan repleto de talento y tan falto de sentido común en la educación, parece todavía tener que vencerse ante la costumbre de que deshonestos y oportunistas trepen, mirando por encima del hombro o intentando pisotear la reputación ajena, para forjar, sin fuste, la propia. 

No. Hay que cambiar esto y hay que hacerlo haciéndolo, callada y laboriosamente, como nuestro protagonista de hoy supo hacer en el campo del pianismo español. Arrancamos con la frase de un barón instalado en la cúspide del prestigio musical mundial, ex aequo junto a nuestro pianista, con la puntuación de 10 sobre 10, en el 'diploma del curso de perfeccionamiento' de la Academia Santa Cecilia de Roma, allá por 1956…, se trata de Daniel Baremboin exclamando, ante la Iberia de Esteban Sánchez: «Pero… ¿qué hace España con un talento musical semejante casi oculto?»  ¿Qué hace España, lectores de La Tribuna? …no ocultarse, sino comprar este triple álbum. Editado por Brillant Classics, con 41 tracks, como perlas, grabados en el barcelonés Casino de l'Aliança del Poblenou, entre 1968 y 1974 (tiempo maduro del pianista que contaba entre 34 y 40 años). Un triple CD en ADD.

Esteban Sánchez cautiva con obras como la Sonata en la m. Op. 42 / D.845 de Schubert, que supo hacer «hermosamente larga» gracias a una plena técnica pianística como la suya -en palabras de Federico Sopeña según crítica del 1 de mayo del 63- combinando  «el poder, la gran voz, con una sutilísima variedad expresiva». En sus manos todo era fácil, como leer un concierto de Mozart un viernes por la tarde para tocarlo de memoria el domingo (nos cuenta su amiga de juventud Julia Guigó del Toboso). Bajo la guía de Julia Parody, discípula de Cortot (ambos consideraron a Esteban como un prodigio), nuestro pianista combinó su talento con una formación de primer nivel forjándose «un genio del piano cuya carrera no voló tan alto como debería haberlo hecho» -con estas palabras comienza el programa que le dedicó José Luis García del Busto en el 50 aniversario de Radio Clásica, el 29 de octubre de 2015, dentro del ciclo Pianistas Españoles, cuyo disponible podcast recomiendo vivamente escuchar-.

En el camino de retorno al consejo que Albéniz dio a los jóvenes Turina y Falla en el París de principios del S.XX, «haced música española con vistas a Europa», Esteban Sánchez sabe viajar de la excelencia europea, con preciosas versiones del repertorio universal, al corazón de la música española, regalando sus versiones para servirlas al universo sonoro. Mostró nuestro protagonista un ferviente amor por Joaquín Turina, a quien consideró en su 100 aniversario (1982) injustamente tratado, volcándose en la grabación de su obra en RNE. Tuve lo ocasión de estudiarlo en profundidad cuando grabé su integral pianística (1999) y, coincidiendo con él en un jurado le pregunté sobre el principio de la leyenda becqueriana  El Cristo de la Calavera, op. 30, pues había una figuración que en su versión sonaba distinto a lo que estaba escrito. Su respuesta fue sencilla y simpática: «No sabría decirte por qué lo hice así. Porque me gusta». Un juicio sencillo no impide que lo discutible sea magistral, pues una parte tan importante del talento como lo inefable, puede marcar la diferencia entre ser o no un artista. Sánchez lo es, lo demuestra con ahínco e imaginación en cada recodo del discurso, con naturaleza de impecable a la gran mayoría de sus recursos (digitación, pedalización, planos, agógica y dinámica del fraseo…) desde las filigranas del Corpus Christi en Sevilla hasta el duende de los requiebros y la enigmática sencillez melódica de Rumores de La Caleta, pues no sólo Iberia nos regala en este triple, sino la mucho más infrecuente Sonata número cinco de Isaac Albéniz, las deliciosas Seis hojas de álbum tituladas España, la Suite Española, La Vega, Torre Bermeja, el Tango en la m., la Pavana-Capricho y los Recuerdos de Viaje. No dejéis de escucharlo.