Pedro J. García

Pedro J. García


Iniestazo

10/07/2020

Mañana se cumplen 10 años de la consecución del primer -y quién sabe si único- Mundial de Fútbol logrado por el combinado nacional y es un buen momento para el recuerdo y la celebración, sobre todo en estos tiempos de dolor y sufrimiento que vivimos por la pandemia del coronavirus. Es una buena ocasión para abrir la puerta de la memoria y retroceder una década, donde, curiosamente, convivíamos con otra crisis, esta económica, y los logros de la Selección Española de Fútbol, campeona de todo durante cuatro años, nos servían de alivio en nuestro duro día a día.
España es futbolera, algo que para muchos es un pecado, como ser taurino, pero yo creo que la variedad de pasiones, como de conocimientos, enriquece a la sociedad. Y la de hace una década, como la actual, necesitaba algo que la ilusionase y evadiese de tanto problema diario. Ese algo fue aquel combinado nacional plagado de bajitos jugadores a los que ni los fornidos alemanes eran capaces de quitarles el balón de los pies. Entre esos bajitos sobresalía un albacetense, de Fuentealbilla, Andrés Iniesta, ejemplar dentro y fuera del terreno de juego -es de los pocos jugadores respetado por la afición del eterno rival- y, como alguien dijo, el yerno que toda suegra querría.
Iniesta era y es distinto, quizás, parafraseando a Serrat, porque era su niñez la que jugaba en el campo y la que consiguió, hace ya 10 años, que con su gol en el Mundial de Sudáfrica todo un país disfrutase como niños que todavía guardan en su corazón su primer amor, su primer Mundial, que, en el caso de La Tribuna de Albacete, tuve el honor de titular en portada con un, para mí inolvidable, Iniestazo.