Eloy M. Cebrián

Eloy M. Cebrián


Ariel y Cleopatra

23/09/2022

Ya están poniendo el grito en el cielo porque la nueva versión Disney de La Sirenita va a ser protagonizada por una actriz de raza negra. Lo que deberíamos poner en duda, sin embargo, es la necesidad de hacer estos torpes remedos de los clásicos. Algunas de estas películas me parecen, amén de superfluas, sencillamente horrorosas, como la reciente revisión de Pinocho. Nada que objetar a que el Hada Azul sea afroamericana, pero que hayan convertido a la ballena en una especie de engendro con tentáculos creo que es una aberración, y todo para que no se ofendan los defensores de las ballenas. Al menos Pepito Grillo sigue siendo verde, aunque, ahora que lo pienso, en realidad los grillos son negros. Por lo demás, que la nueva Ariel de Disney sea negra o blanca o rubia de bote me da lo mismo. Lo que importa es el talento para interpretar y para narrar historias, que parece haber desertado de la industria del cine. Otra cosa es la ignorancia de la que hacen gala algunos opinadores. Por ejemplo, hace unos días alguien criticaba en un telediario el denominado whitewashing en la industria hollywoodiense, y como ejemplo afirmaba que el personaje de Cleopatra en la película de Mankiewicz estaba «blanqueado». Aparte de lo bobalicón del argumento, puestos a invocar la fidelidad histórica resulta que Cleopatra era tan blanca como cualquier griego de la época, pues descendía de Ptolomeo I, que era uno de los generales de Alejandro Magno. Ni siquiera es descartable que fuera rubia, como lo era el propio Alejandro. De lo que no cabe duda, a juzgar por estatuas y monedas, es de que la reina Cleopatra no era ni por asomo tan guapa como Elizabeth Taylor. En cuanto a las sirenas, hasta que se capture un ejemplar de una de ellas no sabremos si son blancas, negras, verdes o azules con rayas negras, como la Dory de Buscando a Nemo, lo que me parece lo más probable.

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