Javier López-Galiacho

Javier López-Galiacho


Subir al Belmonte

18/10/2022

El pasado sábado regresamos al Carlos Belmonte. Desde la pandemia no había pisado este teatro de los sueños del fútbol albacetense, salvo aquel 9 de septiembre de 2020 en el que celebramos el 60 aniversario de este emblemático estadio. Volvimos el sábado al Belmonte invitados por el Albacete. Allí recibimos la cálida bienvenida de ese albacetense de adopción que ya es su buen consejero delegado, Víctor Varela. Y el testimonio de afecto de personalidades que lo han sido todo en la historia del Albacete como Rafael Candel, mi admirado Juanito o Antonio. Todo acabó bien con el triunfo del Alba ante un histórico del fútbol español como el Real Oviedo, equipo blanquiazul en el que jugaron ídolos de mi infancia como Carrete, Manolín o Uría. Ciudad donde uno guarda entrañables amigos como la saga de los oftalmólogos Fernández-Vega. Una hora antes de acudir al Carlos Belmonte, mi hijo me sugirió subirnos en taxi. Esta juventud de hoy es así. Son jóvenes de Cabify o Uber para todo. Y tuve que recordarle los cuatro viajes diarios, ida y vuelta, que su padre hacía en su etapa de estudiante camino del instituto frente al Carlos Belmonte. También aquellos domingos de invierno en que, junto a su abuelo y sus tíos, subíamos hacia el Belmonte para disfrutar de aquel Albacete de los años 70 y 80. Al final fuimos a pie al Estadio. Un paseo que me sirvió para comprobar el cambio de Albacete, sociológica y comercialmente. Un centro lleno de gente foránea. Repleta su arteria central de establecimientos de multinacionales que, al cerrar, su caja se transfiere a Madrid y poco, que no sea el empleo, queda para la ciudad. Y así, paso a paso, alcanzamos el Carlos Belmonte, no sin antes hacer una parada técnica refrescante en la cafetería La Fuente, sede en mis tiempos de la animosa peña Voy-Voy. El partido acabó en triunfo y a la vuelta, junto a otro grande del Albacete como Antonio Avilés, reflexionábamos de la suerte de tener un campo así en pleno centro de la ciudad. Ahora toca arreglar el Carlos Belmonte y colocarlo en el siglo XXI. Que nadie se atreva a llevárselo de ahí. Solo hace falta voluntad política de rehabilitarlo y lo demás vendrá solo.