Juan Bravo

BAJO EL VOLCÁN

Juan Bravo


Estado de estupor

19/12/2022

Y de repente, en esa Cataluña apaciguada y feliz, al decir de los socialistas de nuevo cuño, como por ensalmo, surge de nuevo en labios de Rufián la palabra mágica, la palabra idolatrada, la que don Pedro Sánchez pretendía, si no olvidada, al menos superada: referéndum de determinación. Justo en el momento en que se ha jugado a una carta gran parte de su prestigio político complaciendo, una a una, las exigencias de los condenados del procès; justo en el instante en que, en medio de un escándalo de magnas dimensiones, y a instancia de Junqueras y los suyos, hace edulcorar el término sedicioso y sedición, amén del de malversación, con el descarado fin de salvar la cabeza de Puigdemont y los suyos, en agradecimiento a los favores prestados, éstos, inasequibles al desaliento, anuncian que todo empieza de nuevo.
Hasta mi nietecillo, que está a punto de cumplir siete años, se ha dado cuenta de la jugarreta de esta cuadrilla de facinerosos, responsables, ya no sólo de la más que posible desagregación de España, o del debilitamiento del espíritu patrio (al contrario que en países como Francia, Reino Unido, Italia, Portugal, etc.), sino también, y eso es lo grave, del odio enfrentado que corre a raudales por doquier, desde al Parlamento a las calles y plazas de los pueblos, e incluso en las familias.
Estamos donde estábamos, pero con la sustancial diferencia de que organizar otro referéndum unilateral puede resultar un juego de niños en cuanto a posibles responsabilidades y penas de cárcel. Una vez más hemos hecho un pan como unas hostias. El error de nuestro presidente de Gobierno: no advertir que con tahúres, fanáticos y nacionalistas es imposible entenderse.
Es posible que alguno de ustedes piense que un hombre de su talla, tan avezado, no pudo ser tan 'lila' como para no saber de antemano lo que iba a ocurrir, por aquello de que la cabra siempre tira hacia el monte. A lo que no puedo menos de responder: ¿Y merecía la pena gobernar a ese precio tan alto?  Habría que tener el poder de un genio de la lámpara para entrar en su mente y ver lo que trama. La que tiene organizada de momento frisa el caos más absoluto. Un Gobierno desbordado, obligado a diario a tomar decisiones que escandalizan incluso a miembros destacados de su grupo que temen perder las elecciones que se celebran en mayo, y que un día dice rotundamente que no; otro que pudiera ser que sí, y, al tercero, que no le duelen prendas en decir diego donde dijo digo, por aquello de la razón de Estado.
Y si a todo esto le añadimos el estropicio montado por la ministra de Igualdad (sic) con su ley del 'Sí es sí', que más del noventa por ciento de la población no sabe de qué va, por más que día a día vean lo catastrófico de sus efectos (casi una veintena de violadores en la calle y casi cincuenta más con las penas reducidas), entendemos claramente el desconcierto de jueces y fiscales que ven cómo se han convertido en el telar de Penélope, donde alguien se encarga de destejer por las noches lo que ellos tejen por el día. Y es que lo peor es la nocturnidad y que te tomen por bobo (término puesto de moda por el inefable Messi, personaje que aparece hasta en la sopa, y que, por consiguiente, tampoco está de más aquí).
Somos, qué duda cabe, un país desdichado. En un momento clave, recién salidos de una pandemia de la que nos sacó la Ciencia, (no lo olvidemos), cuando todos deberíamos remar en la misma dirección procurando resolver los tremendos problemas que nos acucian, hacemos más o menos lo que hemos hecho siempre: la política del 'sálvese quien pueda'. Siempre mal dirigidos y peor servidos. Y pensar que no hace tanto, el presidente Zapatero proclamaba a los cuatro vientos que habíamos pillado a Italia e íbamos a por Francia…