Hoy me han preguntado la edad y mientras la verbalizaba me ha invadido una sensación de vértigo que me ha invitado a llegar a la conclusión de que a quien diseñó esta vida se le olvidó incluir el freno. 
Más cerca de los 50 que de los 40 te das cuenta de que un día eres joven y al otro tu planazo de sábado pasa por ver Informe Semanal en pijama, sí amigos, siguen emitiendo Informe Semanal. Un día eres joven y al siguiente te arrinconas sola en la cocina para no pisar lo fregao... por ti. Madre mía, pero ¿en qué momento dejé de usar la carpeta donde guardaba las cartas de mi adolescencia para archivar en ella los papeles del médico? 
El momento más crítico se vive cuando un niño osado te llama «señora», ahí comienza el principio del fin. Ese es el disparo certero, la voz de alarma, el antes y el después. Ya puedes calzar unas Converse, abrirte una cuenta de tik tok o subirte los calcetines hasta las rodillas que no hay nada que hacer. Tocada y hundida.
Por eso intento esquivar las obras, para no mirar. Tampoco subo al bus urbano, para evitar que me cedan el asiento. Al terminar el telediario apago la tele, para no ver la previsión del tiempo. Me niego.
Para colmo el domingo pasado un chaval de 20 años, Carlos Alcaraz, gana un torneo de tenis….pero ¿dónde está Nadal? Casi infarto del disgusto.
¿Qué será lo próximo? ¿Bañarme en el mar metiéndome sólo hasta las rodillas y con las manos apoyadas en los riñones después de haber hecho la digestión? ¿Comprarme un pastillero?
Esto es muy serio, amigos. Me voy a Los Valencianos a comprarme un corte de turrón.