Javier López

NUEVO SURCO

Javier López


En el país de @PabloHasel

24/02/2021

Tengo dudas al afirmar que en el país soñado por Pablo Hasél Pablo Iglesias sería el rey de su particular república,  dudas razonables porque el rapero, si fuera coherente con sus violentas proclamas, le tendría que liquidar a su manera por colaboracionista y vendido a la casta y la moqueta bien mullida. Roma no paga traidores, aunque posiblemente el líder de Podemos se reinventaría y conseguiría sostenerse a salvo en algún lustroso pedestal. Parece como si lo estuviera preparando cuando, en los últimos días, es capaz de estar, con la facilidad que solamente los populistas logran,  en misa y repicando, permaneciendo en el gobierno y poniéndose como de perfil ante la violencia, haciendo, al tiempo, graves y sesudas disertaciones sobre «la raíz del problema», como si en la raíz del problema no estuviera también él mismo.
En la raíz del problema de la violencia desatada por los jóvenes  admiradores de Pablo Hasél está.- es verdad,- la  problemática de la juventud en la sociedad actual, sin horizontes, con poco futuro, dominada por la precariedad y la realidad creciente de adaptarse a una modos empresariales que solamente respetan a los jóvenes altamente cualificados, que posiblemente han tenido medios para costearse estudios al margen de lo que resulta hoy asequible para la mayoría. Pero los que salen a la calle no salen por ese motivo, al menos no es esa problemática a la que apela Hasél en mayor medida en su letrillas llenas de odio, resentimiento y rencor.
Hasél  exalta la  violencia sin ton ni son, dibuja escenas macabras en las que expresa deseos de muerte y asesinato, ofende también a las mujeres y a las víctimas del terrorismo.  Puede ser discutible si la condena es exagerada, puede ser cierto que se le ha aplicado una ley pensada para combatir el terrorismo en los años duros de ETA, pero a esta hora valoro más el respeto a las víctimas a las que Hasél agrede con sus sucios puñales verbales que la libertad del sujeto que posiblemente, al hilo de estos acontecimientos y una vez que salga de la cárcel,  tendrá si sabe montárselo bien, y lo hará, un futuro prometedor al calor de los focos mediáticos y la tropa numerosísima de desnortados que siempre le harán de palmeros. Posiblemente Hasél nunca sabrá lo que vale un peine, y lo que cuesta ganarse mil euros, como si lo sabe el propietario de esa Vespa incendiada con la que algún currito autónomo consigue desplazarse con agilidad por la maraña urbana para que las cuentas le puedan salir a final de mes, o esos pequeños comerciantes a los que los que le siguen saquean  el negocio.
A todo esto Pablo Iglesias, y Pablo Echenique, lo llaman «lucha antifascista» y presentan todos sus respetos mientras el coche oficial espera en la puerta para llevarte a Galapagar. Lo cierto es que a estas alturas resulta complicado determinar con precisión que es fascismo y que es antifascismo y cada vez resuena más veraz aquella proclama de Churchill según la cual «los  fascistas del futuro serán los antifascistas de hoy», como decía mientras los rescoldos del fascismo primigenio humeaban todavía en el solar de la vieja Europa devastada por la Segunda Guerra Mundial.
Resulta más que penoso que cuando se van a cumplir diez años de aquel mayo de 2011 que llenó la Puerta del Sol de una protesta genuina, en sus inicios transversal, con una indignación clara y espontánea, pacifica, justificada por la depreciación constante de las condiciones de trabajo, por la ausencia de un gran proyecto regenerador en la política, ese mismo escenario, y las calles de Barcelona en mayor medida, se conviertan en el teatro de operaciones de unos miles de jóvenes que no representan ni de lejos a la juventud, cargados de odio y adoquines, en el fondo dando palos de ciego, sin saber ni cómo ni  contra quien, mientras que los problemas denunciados en aquella protesta ya legendaria que ocupó durante varias semanas el espacio emblemático del Kilómetro Cero de España siguen presentes en gran medida. Y el que sacó partido de todo aquello, con el invento de Podemos,  ahora de perfil ante  la violencia al tiempo que disfrutando de la moqueta. En el país de @PabloHasel nada es lo que parece y todo navega en un mar de confusión donde hasta la rebeldía acaba encauzada, perdiendo cualquier poder purificador,  por los caminos más indeseables.