Elena Serrallé

Elena Serrallé


‘Nankurunaisa’

15/07/2020

Es una de las palabras más bellas del mundo. Es japonesa y significa «con el tiempo se arregla todo». A mí me consuela y me ayuda a encajar los golpes de la vida. No lo entiendo como una invitación a cruzarte de brazos y permanecer quieta o parada antes los problemas, sino como un bálsamo que me tranquiliza cuando la solución, la recompensa o el merecido reside más allá de tu poder de intervención.
Lo interpreto como algo parecido al karma o la justicia divina. Camina de la mano de aquello de «el tiempo pone cada cosa en su lugar» o «Dios escribe derecho con renglones torcidos» o aquel otro dicho popular que nos recuerda que «a cada cerdo le llega su San Martín».
Sea como fuere y lo llamemos como lo llamemos, lo que es obvio es que necesitamos aferrarnos a ese anhelo de justicia (que no venganza), porque de lo contrario nos contaminaría en exceso la sensación de frustración que a veces tiñe de gris nuestros días y se afana por minar nuestras reservas de optimismo.
A veces ocurre, y el destino salda esa deuda pendiente que tenía contraída contigo. Sólo es cuestión de paciencia. Te cita y acudes a la convocatoria y es entonces cuando te invita a ocupar la butaca VIP y los puntos suspensivos que hace tiempo te inquietaban, se transforman en un punto y final que te satisface. Sonríes.
Cada vez estoy más convencida de que hay que confiar en el boomerang de la vida. Te devuelve lo que diste, y lo hace multiplicado de manera exponencial. Cada uno que valore si eso le hace sentir miedo o felicidad.