Eloy M. Cebrián

Eloy M. Cebrián


Separación

20/01/2023

En una serie de televisión que he visto recientemente, los empleados de una enigmática empresa aceptan, como parte de su contrato, una cláusula denominada «de separación». El procedimiento quirúrgico que les practican divide su memoria en dos compartimentos estancos, uno para su trabajo y otro para el resto de su vida. La mente de cada nuevo trabajador, por tanto, es una tabula rasa que no conserva recuerdos de su vida fuera del trabajo ni de su historia personal o familiar. Esta especie de recién nacido, con los conocimientos de un adulto, pero sin su memoria, es saludado por un vídeo en el que su «yo exterior» le explica su situación, que muy pronto comienza a parecerle una estancia en el infierno. ¿Se imaginan permanecer constantemente en el trabajo, cada jornada laboral solapada con la anterior, sin más experiencia ni recuerdos que los de la oficina? Incluso como metáfora distópica, a uno le entran escalofríos solo de pensarlo. O quizás no a todo el mundo, pues hay muchos para quienes el trabajo, lejos de ser una calamidad necesaria, representa una válvula de escape, un modo de evadirse de una vida familiar opresiva o de una existencia llena de soledad. ¿Qué mueve a los empleados de Lumon, la empresa de la serie, a aceptar que su yo sea partido en dos personas distintas con experiencias y recuerdos diferentes? Los motivos, conforme se van revelando, varían en cada caso, pero vienen a coincidir en que se trata de un modo de desprenderse de un tercio de la vida, con lo que los dos tercios restantes resultan soportables, máxime cuando uno de ellos deben dedicarlo al sueño. La pregunta es si el auténtico infierno es esa jornada laboral incesante o la vida de ahí fuera, tan llena de riesgos, de elecciones difíciles y de caras extrañas, tan imprevisible. Más de uno nos hemos hecho esta pregunta, incluso sin haber visto la serie.

ARCHIVADO EN: Series de televisión