Eloy M. Cebrián

Eloy M. Cebrián


Explicaciones

27/05/2022

Los antiguos romanos solo tuvieron siete reyes y aun así acabaron escaldados. A pesar de su poder absoluto, ni uno solo de los emperadores de Roma se atrevió a proclamarse rex. Nosotros, en cambio, hemos tenido muchos reyes, por lo que deberíamos estar curados de espanto. Cuando al rey emérito le preguntaron, durante su reciente estancia vacacional, que si pensaba darle a su hijo explicaciones, su respuesta fue «Explicaciones, ¿de qué?». Se ha dicho que hay que ser muy cínico para responder de ese modo. Yo creo que estaba siendo sincero. El problema es que no comprendemos su mentalidad, sencillamente porque resulta imposible. ¿Quién puede ponerse en el lugar de alguien cuyo lugar no puede ocupar casi nadie, a excepción de los hijos o familiares más directos? Si les cayera del cielo un cargo vitalicio como el que les cae a los monarcas y sus herederos, ¿no piensan que su visión de la realidad quedaría distorsionada y hasta corrompida por ello? El hecho de que Juan Carlos se dedicara a engrosar su patrimonio a costa de la institución que representaba nos podrá parecer una inmoralidad como la copa de un pino. Sus artimañas fiscales se le figuran repelentes a casi todo el mundo. Sin embargo, a él todo esto debía de parecerle lícito, un derecho dinástico más. «Explicaciones, ¿de qué?» es la respuesta más lógica de quienes se saben pertenecientes a una casta de la que el resto de sus ciudadanos estarán excluidos. Que el rey emérito se haya comportado como un sátrapa, como un play-boy y como un ladrón no debería sorprendernos, y menos aún la impunidad que ha exhibido ante todos nosotros, sus antiguos súbditos, durante su reciente escapada. Como en esas teorías del «multiverso», los reyes habitan un universo distinto al que habitamos nosotros. Las leyes de este universo y las del nuestro son diferentes. Puede que no la ley de la gravedad (de ahí los trompazos del emérito), pero sí todas las demás.

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