Óscar Dejuán

Óscar Dejuán


Principio de Subsidiariedad

25/01/2021

La historia es la mejor maestra … y la que menos discípulos tiene. Sabia sería la humanidad si hubiera aprendido de sus éxitos y fracasos históricos; de las instituciones y conductas que llevaron a la paz y prosperidad, y de las que causaron enfrentamientos y ruina.
La recuperación de la sociedad y economía alemanas después de la II Guerra Mundial puede enseñarnos lecciones importantes, aquí y ahora. Frente al estatismo heredado de Bismark, Adenauer apostó por el ordoliberalismo de la Escuela de Friburgo, que pronto pasaría a conocerse como economía social de mercado. El sistema aspiraba a combinar el progreso económico impulsado por la iniciativa privada bajo la presión competitiva, con la justicia y paz social resultantes de la participación de la sociedad civil y de sus representantes políticos, respetuosos del principio de subsidiariedad. A tenor de este principio, una competencia se atribuye al nivel de decisión inferior, que suele ser quien conoce mejor las necesidades y posibilidades de su comunidad. El nivel superior debe ayudar (subsidiar) al inferior, no desplazarlo.
La economía social de mercado fue absorbida por el estado del bienestar de cuño anglosajón. Su mensaje queda bien resumido en la máxima de Beveridge: «dejemos que el Estado cuide de cada uno de nosotros desde la cuna a la sepultura». Los logros sociales del Estado del bienestar son innegables. Sus peligros también. El creciente poder atribuido al Estado central ha desplazado la iniciativa privada y cercenado la libertad individual. A la postre, es el propio Estado quien resulta ahogado por sus afanes manipuladores. Cuando le corresponda tomar decisiones nacionales (por ejemplo, en la gestión de una pandemia) todos se le tirarán al cuello, temerosos de sufrir nuevas maniobras políticas.         

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