No sé si ocurrirá lo mismo en todos los países, al fin y al cabo sólo conozco éste y a veces no lo reconozco. Levantas una piedra y sale un corrupto que hace de su capa un sayo, y que en cualquier puesto donde dice estar sirviendo al país, lo cierto es que se está sirviendo del país, que no es lo mismo.
Cuando llegó a España la penicilina, y el fármaco más importante del pasado siglo XX comenzó a comercializarse, en este país de arrebatacapas surgió de inmediato un repugnante mercado negro que lo ponía al alcance sólo de los ricos. Hasta que la administración del eficaz antibiótico del doctor Fleming llegó a los ciudadanos más desfavorecidos por la fortuna transcurrió un tiempo en el que los ricos se curaban y los pobres morían sin remisión. Uno, que ya tiene encima más tacos que el Almanaque Zaragozano, lo recuerda perfectamente. 
Era de temer que ahora ocurriera cosa parecida con el Covid-19. A estas alturas uno ya conoce a sus clásicos y, efectivamente, cuando se supo de la existencia de la vacuna, dada la idiosincrasia de nuestra tropa política, era de esperar que brotara enseguida el afán de utilizar el poder en beneficio propio, pasando por encima de la salud, e incluso de la vida de los gobernados. De momento no se conoce contrabando alguno, pero ha ocurrido algo peor, que ha sido la utilización del cargo político para vacunarse ellos, dándole la espalda al protocolo de vacunación establecido, que prima a los españoles en situación de riesgo. Por algo la novela picaresca es el género literario español por antonomasia…Porque no se puede negar que España es el país con más pícaros por kilómetro cuadrado. 
Quevedo, ahora, tendría tema para escribir varias obras maestras. Uno siente vergüenza ajena. Y asco, mucho asco.