Alejandro Ruiz

EL REPLICANTE

Alejandro Ruiz


Sobre Goebbels y Montesquieu

22/12/2022

De momento, Montesquieu y su maestro Locke sobreviven como pueden, después de que el Tribunal Constitucional paralizara la tramitación de las enmiendas con las que el Gobierno buscaba acelerar la renovación de la institución.
El Tribunal ampara así el derecho fundamental de participación política que recoge el artículo 23.2 de la Constitución, en contra del plan del Gobierno en busca de un atajo para controlarlo. De este modo, frente a las manifestaciones de golpismo, de complot, o de que se pretende «parar el pleno y la democracia con tricornios y togas», la decisión del Tribunal Constitucional no puede ser más correcta y acertada. Lejos todavía del claro reproche que sí se les hace a Hungría y Polonia, hasta la Comisión Europea ha respaldado al Tribunal Constitucional, reiterando que no pueden actuar unilateralmente, al mismo tiempo que dice seguir «muy atentamente la reforma del Código penal y espera que España cumpla con los estándares comunitarios», mientras la tramitación de las reformas de la sedición y la malversación continúa adelante en el Senado y se debaten hoy mismo en el pleno.   
Uno de los métodos fundamentales de la propaganda de Goebbels para moldear el pensamiento del ciudadano con técnicas de psicología social era el de la transposición. La transposición consiste básicamente en reprochar al contrario precisamente los hechos que tú mismo estás realizando y que han sido objeto de acusación previa. Esto, unido a la tarea de controlar los medios de comunicación y censurar a cualquiera que se oponga a las ideas del partido, con la reiteración del discurso, con la orquestación de los mensajes que se quieren transmitir a la masa mediante repeticiones continuas de todo el equipo, resulta de una tremenda efectividad para incrementar el grado de credibilidad por parte de las personas que lo escuchan, que finalmente ofrecen incondicionalmente su mente.
En la propaganda de Goebbels se simplifica y se individualiza al opuesto como un único enemigo mediante la fórmula de darles a todos una sola categoría, se exagera y se desfigura la realidad convirtiendo cualquier minucia en una gran amenaza, se popularizan los mensajes adaptándolos a niveles básicos de cultura e inteligencia, se lanzan globos sonda, se fragmentan las informaciones y se fortalece la identidad y los prejuicios tradicionales de la sociedad. ¿Les suena?
Dicho esto, lo cierto es que toda la polémica y el esfuerzo se centra en el control y en las formas. Ningún partido político busca ya el debate en la despolitización de los jueces como única garantía de independencia con el fin de que la separación de los tres poderes del Estado evite abusos o injusticias por parte de los gobernantes. «Montesquieu ha muerto», dijo Alfonso Guerra en el año 1985, cuando el partido socialista aprovechó la mayoría parlamentaria que poseía para reformar la Ley del Poder Judicial.