Pedro Piqueras, paisano y compañero de profesión, anda muy de vuelta en ejercitar su labor, que sigue ejerciendo con maestría, seriedad y serenidad, algo de lo que no anda muy sobrada la profesión tal y como hoy se ejerce, sobre todo en televisión. Y así lo hizo una vez más el lunes por la noche en la entrevista que el periodista albaceteño hacía al presidente del Gobierno, un Pedro Sánchez que huyó del histrionismo que tanto se lleva, que no necesitó levantar la voz y que demostró que debe ser muy agradable, con la que le está cayendo, hablar de Pedro a Pedro con Piqueras. Sánchez no dio grandes titulares a granel ni empitonó a Tamames por sus juegos políticos en edad tardía, y no levantó ni siquiera la voz cuando trató sobre el ruido que parece innato entre sus socios de las tareas de gobernanza del país. La verdad es que se agradecen entrevistas a la vieja usanza en las que el periodista no es la estrella y sí el invitado, entrevistas en las que no se establece un absurdo pugilato entre invitado y presentador, independientemente de que se le pregunte lo que sea menester y al margen de que las respuestas convenzan o no a la audiencia. Se trata de conversar e informar de manera dialogante y capaz de serenar el alma y no subiendo la tensión del sufrido telespectador, aparte, ya digo, que las respuestas puedan o no ser convincentes a quienes las escuchan. Pedro Piqueras es un gran profesional y lo ha demostrado desde hace años y desde los más distintos medios y una de sus grandes virtudes es su relajada forma de transmitir la información. La tranquilidad del periodista se transmite al telespectador tranquilo, que además es mayoría. Lo cual es de agradecer.