Es posible que se haya encontrado alguna vez con una de esas listas sobre los mejores colegios de España. Incluso puede que haya matriculado en alguno de esos colegios a sus hijos. Está bien. El hecho de que salgan ahí significa que tienen interés en que se les conozca, en promocionarse, lo cual puede ser una señal positiva. Pero sepa que la calidad de los centros no tiene demasiado que ver con la mayoría de esas listas. Es más, suele tener mucho más que ver la cantidad de dinero que esos colegios están dispuestos a pagar a quienes elaboran las listas.
Por supuesto, no todos los rankings están comprados. Hay trucos para moverse por este mundo de las listas de colegios y salir ileso. Por ejemplo, las más serias suelen ser las que más cuesta más encontrar. Si uno hace una investigación de verdad sobre la calidad educativa, tiende a tener poco dinero para publicitarla, así que acaba convirtiéndose en un PDF perdido en la web de una universidad. O en un informe aburrido, y sin ilustraciones, de algún organismo con acrónimos soporíferos. Resumiendo: cuanto más escondida está una lista, más probabilidades hay de que sus conclusiones no sean interesadas.
Todo lo anterior se puede aplicar a la práctica totalidad de las cosas que se valoran en ránkings y donde hay intereses económicos de por medio. Sucede que en la educación hay cada vez más incentivos para hacer trampas y sus círculos viciosos son cada vez más perversos. Asustados por el destrozo demográfico que se nos viene encima, muchos centros educativos han entrado en una carrera frenética por la supervivencia. Necesitan un tipo de cliente muy específico que, además, no suele tomar la decisión final. Es decir, necesitan convencerle a usted para que esos clientes sean sus hijos.