Juan Bravo

BAJO EL VOLCÁN

Juan Bravo


Hellín languidece

26/09/2022

El monumental cabreo de los hellineros con Renfe no es sino la gota de un abandono secular. Cada vez son más las voces que se aúnan a la hora de lamentar el quebranto que para la que antaño fuera próspera villa y toda su comarca el hecho de integrarse en Castilla-La Mancha, renunciando a su tradicional vinculación con Murcia y su región. .
Que Hellín languidece es una evidencia incuestionable. La nueva estructuración de España la ha dejado al margen, como a tantos y tantos pueblos cuya legendaria prosperidad es ya tan sólo un recuerdo. Ahora bien, a diferencia de lo ocurrido con otras muchas poblaciones españolas, lo ocurrido con Hellín, y en menor escala con Albacete, tiene un responsable, José Bono, que en su día se doblegó al alcalde de Cuenca cambiando el sentido de la Historia, haciendo un trazado inverosímil y costosísimo por las Hoces del Cabriel en la línea del AVE Madrid-Valencia, que dejó a Albacete a dos velas –y también, en cierto modo, a los conquenses, con una estación a diez kilómetros de la pequeña capital–, y todo ello desoyendo el clamor de su pueblo que veía cómo perdía una batalla fundamental de cara a la modernidad.
De aquellos polvos vienen los actuales lodos. Hellín y su comarca –con más de setenta mil habitantes–, pese a los denodados esfuerzos de su alcalde, Ramón García, y su equipo, decaen inexorablemente, al punto de formar parte, de facto, de la España vaciada desde el momento que Renfe interrumpe por cuatro años la línea de ferrocarril Albacete-Cartagena, lo que supone para un habitantes de dicha región que quiera ir a Madrid, trasladarse en autobús o en coche a Albacete para tomar allí el AVE.
El pragmatismo de las grandes compañías, pendientes, por más que sin cesar hablen de 'servicio'  y otras zarandajas, única y exclusivamente de la rentabilidad, está haciendo de España un auténtico monstruo, con regiones sobresaturadas y enormes desiertos vacíos, que no hacen más que ampliar su radio, por el hecho mismo de que, al no invertir y estar desatendidos en todos los órdenes, los jóvenes acaben abandonándolos. Primero fueron las aldeas y los pueblos pequeños; ahora también pueblos históricos y hasta capitales de provincia. En este aspecto, como tantas veces he dicho, el desprestigio de la FP y la responsabilidad de la Universidad no son nada desdeñables: los jóvenes universitarios, una vez licenciados, cada vez son menos los que vuelven a casa.
Por eso cada vez que oímos a un político hablar del tema de la España vaciada o vacía, tal y como acuñó el término Sergio de Molino, y de las posibles soluciones, se nos encoge el estómago ante lo que son simples parches, cuando no meros pretextos. Es como si existiera un fatum contra el que es imposible luchar, cuando lo cierto es que se podría actuar eficazmente siempre y cuando hubiera voluntad política, políticos imaginativos y expertos planificadores.
Y pensar que hubo un tiempo no muy lejano en que Hellín compitió seriamente con Albacete. ¿Quién se acuerda de aquella villa pujante y laboriosa, con la enorme riqueza que suponía el esparto y la incipiente industria textil, y ello por no hablar de las minas de azufre? El problema es que aquí como en todo, el que mira hacia atrás acaba convirtiéndose en estatua de sal; y eso pasó con quienes pensaron que el esparto iba a durar toda la vida.
Sin embargo, aún es tiempo. De nada vale refugiarse en la nostalgia o en el rencor. Sólo mirando hacia delante pueblos como Hellín podrán salir del pozo en que parecen abismarse. Naturalmente, para ello será preciso contar con ayudas del Gobierno o de la Junta. Ideas, proyectos, planes a corto y largo plazo. Sólo así volverán los que se fueron como retorna la cigüeña al campanario. Crecerse ante la adversidad, ésa es la clave.