Javier López

NUEVO SURCO

Javier López


Ciudadanos: el entierro

15/02/2023

Creo que nadie pone en duda a estas alturas que Ciudadanos va a vivir este año su último coletazo.  No es bueno, soy conscientes, alimentar la hipótesis más probable porque de esa manera favorecemos la idea generalizada de marca en extinción, pero los últimos movimientos conocidos son tan rocambolescos como significativos y merecen algún comentario. Así por ejemplo, tenemos en Castilla-La Mancha a la lideresa naranja, Carmen Picazo, que será cabeza de cartel para el ayuntamiento de Albacete y hasta donde se sabe, también candidata a la presidencia de la Junta en un doblete tan incomprensible como esclarecedor de la fe que tienen los propios integrantes de Cs en sus posibilidades electorales. Y, efectivamente, si Picazo tiene alguna posibilidad de seguir en política es en el ayuntamiento de Albacete y todo lo demás es un puro cubrir el expediente, con una buena dosis de postureo, de aquí a las elecciones. Tengo aprecio por Carmen Picazo, pero su comportamiento deja muy a las claras, de una forma bastante chusca, las horas más agónicas de un partido que solamente tiene alguna opción de sobrevivir  en algunos ayuntamientos donde los candidatos pueden tener el arraigo suficiente entre sus convecinos como para ser elegidos concejales. Veremos si es el caso de Picazo, que ya fue concejal en Albacete unos años.  Pero lo que resulta realmente penoso es el empeño de una hornada importante de políticos, personas jóvenes todavía, por seguir viviendo de la política, por no reintegrarse a sus actividades profesionales anteriores. ¿Qué tendrá la actividad política en España para agarrarse a ella con ese furor y ahínco?.  De manera que resultan de lo más oxigenante reacciones como  la de Vicente Casañ, que en la última legislatura ha compartido la alcaldía de Albacete con el socialista Emilio Sáez,  al manifestar, tras conocer la candidatura de Carmen Picazo, que él está encantado de volver a su trabajo de periodista, que su mundo no es el de la política, que siempre tuvo claro que se trataba de una etapa con fecha límite.
Pero no lo están entendiendo así muchos de sus compañeros de partido, que llevan tiempo buscándose acomodos varios, desde el PP hasta las candidaturas electorales de la España Vaciada. Un espectáculo lamentable para un partido, malogrado por la soberbia y la falta de tino de Albert Rivera, que sin embargo estaba destinado a ser un factor clave de estabilidad en la época más complicada para nuestro país desde la Transición. No me voy a extender ahora en el gran fallo, y la falta de calculo absoluto de Rivera cuando en lugar de favorecer un gobierno de centro-izquierda con el PSOE, en abril de 2019, con una mayoría absoluta incuestionable entre los dos partidos, y que si hubiera fracasado esa opción no hubiera sido por él,  puso el barco naranja en dirección a torpedear al PP con intenciones de ser el partido hegemónico del centro-derecha. Vana ilusión que le supuso el principio del hundimiento inevitable y la irrelevancia creciente, además de su salida de la política y su entrada en el club de los conferenciantes, sin que por el momento sepamos de su desempeño en  algún otro trabajo más estable y apropiado para un hombre de poco más de cuarenta años que debería cubrir su periodo de cotización con algún trabajo como el de cualquier españolito de infantería, de ocho horas diarias y treinta días de vacaciones retribuidas.
Se resisten los integrantes más avezados de la nueva política fracasada a ser trabajadores españoles normales, como si en su paso por la moqueta del Congreso y otras asambleas representativas les hubieran dado a probar al elixir del buen vivir. Veremos lo que ocurre con Inés Arrimadas, que últimamente está teniendo grandes intervenciones en el Congreso, pero que, -conviene no olvidarlo-, su marcha de Cataluña supuso otro de los varapalos definitivos para que hoy estemos hablando sin ningún genero de dudas del entierro de Ciudadanos, el partido que se presentó en la arena hace no demasiados años desde la valiosísima novedad de ser una formación de matriz catalana dispuesta a dejarse la piel por la libertad de los catalanes y a regenerar desde ese impulso toda la vida política española. Finalmente, agua de borrajas, y una de las grandes decepciones de este tiempo convulso que ellos estaban llamados a poner al menos en vías de serenidad.