Javier López

NUEVO SURCO

Javier López


Casado tras el 22-O

28/10/2020

La vida está llena de discursos que marcan un límite. El del veintidós de octubre de Pablo Casado en la Carrera de San Jerónimo fue uno de ellos. Un antes y un después que de hecho supondrá un reinicio en la carrera del líder del PP, y veremos el resultado (aún incierto) en las próximas citas electorales. Lo cierto ahora es que tras un periodo largo de zigzagueo, Casado ha decidido, por fin, pulsar una tecla, tomar un camino, descartar otros, arriesgar. Eso es al menos lo que se deduce del famoso discurso de réplica a la moción de censura planteada por Vox, nominalmente contra el gobierno de Pedro Sánchez aunque de hecho un claro intento por colocarse en el centro del escenario del espacio poliédrico del centro-derecha constituido en torno a tres vértices: PP, Vox y Ciudadanos.
Casado, tras todos los titubeos de estos últimos años, enmarcó su discurso en un «hasta aquí hemos llegado» y dio un puñetazo en la mesa que dejó KO a un Santiago Abascal absolutamente envalentonado el día antes. Lo que hizo Pablo Casado fue delimitar un terreno de juego distinto al que le interesa al jefe de las filas voxistas. La lucha,- dijo,- no es entre la derecha y la izquierda; la línea divisoria es entre la democracia y el populismo, entre la reforma y la ruptura, con lo que colocaba muy hábilmente a Vox en el mismo lado del campo que Podemos, el independentismo y Pedro Sánchez en tanto en cuanto el presidente del Gobierno siga en una actitud complaciente con sus aliados en el Congreso.
Veremos el resultado, pero el primer paso de una acción es definir el terreno en el que te quieres mover, y quien consigue que su definición del terreno sea la que prevalezca acaba teniendo más posibilidades de ganar el partido. Lo que hizo Pablo Casado fue proclamar que él, desde su posicionamiento ideológico, quiere discurrir por ese gran carril central que a la postre ha sido el que ha permitido los años de democracia vividos desde 1978. Por ese mismo carril circulan desde García-Page hasta Martínez Almeida; desde Adrián Barbón a Núñez Feijóo. Seguramente en ese carril pocos encuentren satisfechas sus aspiraciones máximas pero es el único tránsito posible cuando se trata de construir o, como es el caso ahora, de reconstruir tras una pandemia que ya estamos viendo que dejará nuestra casa en muy mal estado. Ese espacio requiere establecer unos límites y unas exclusiones que fueron los que Pablo Casado se decidió a pronunciar, para adherirse a ellos, en el discurso del 22-0.
Seguramente es una buena noticia para este momento de España, y también a efectos de ocupación de su propio espacio político, lo que genéricamente llamamos centro-derecha. Los otros dos integrantes de ese espacio, en los que siempre ha anidado la intención de «comerle la tostada» al PP, se quedan ante la tesitura de buscarse nuevos caladeros para poder crecer o incluso no menguar. En el caso de Vox, por más que sus más acérrimos seguidores vaticinen una transfusión masiva de afilados populares tras la «traición» de Casado, su única alternativa de crecimiento es entregarse de lleno al populismo más lepenista e intentar ‘pescar’ en la izquierda, pero por ahí se resquebrajará su infraestructura más conservadora. En el caso de Ciudadanos no hay mucho lugar a dudas. A diferencia de Abascal, Inés Arrimadas comparte el mismo esquema de Casado en el sentido de que la línea divisoria del enfrentamiento actual no es entre izquierda y derecha sino entre democracia y populismo, pero para diferenciarse del nuevo PP tendría que adoptar una posición más nítidamente socialdemócrata, en el enclave fundacional del partido naranja. España también se lo agradecería. Estaría por ver su traducción en términos electorales que dependerían mucho de los vaivenes del gobierno Sánchez con los aliados independentistas. Las posibilidades del Ciudadanos socialdemócrata varían en función de la cercanía o lejanía del PSOE de los grupos independentistas.
De manera que lo de Pablo Casado en la tribuna de la Carrera de San Jerónimo fue un parto al que al líder popular le ha costado demasiado tiempo llegar, tiempo medido en dudas, cambios de dirección y algún que otro volantazo. Lo más llamativo ahora es que con ese movimiento se hacen también mucho más consistentes las críticas al gobierno residenciado en el Palacio de La Moncloa, que, por otra parte, es lo lógico en un partido que está en la oposición y que pretende gobernar.