No sé si será por aquello de que la experiencia es un grado, pero nuestros mayores nos han vuelto a dar otro ejemplo, en este caso, con la vacunación contra el Covid-19, que en nuestro país comenzó el pasado domingo en Guadalajara. El rostro de ilusión de Araceli Hidalgo, de 96 años y la primera persona que recibió la vacuna en España, contrasta con el escepticismo del altísimo porcentaje de españoles que son contrarios a vacunarse contra el coronavirus.

El colectivo de los mayores que se encuentran en residencias es, dentro del programa de vacunación, el primero en recibir las dosis y la serenidad con la que lo hacen debe servir de ejemplo para toda la sociedad, sobre todo para quienes muestran su negativa, en un claro ejemplo de egoísmo bajo el paraguas de que no es obligatorio. Un egoísmo mal entendido, porque no sólo perjudican al conjunto de la sociedad, ya que se logrará más tarde la tan ansiada inmunidad de rebaño, sino también a ellos mismos y a su entorno más cercano, ya que al no estar vacunados tendrán más posibilidades de contagiarse y de contagiar, sin olvidar el trabajo extra que supondrá para unos sanitarios que se están dejando la piel desde el minuto uno de la pandemia.

Yo me quedo con la mirada de Araceli Hidalgo y con el ejercicio de responsabilidad de todos nuestros mayores, de los que, una vez más, debe aprender el resto de la sociedad, porque con el Covid-19 nos podemos permitir pocas bromas, no sólo por nuestra salud, sino también por nuestro presente y nuestro futuro.

Sigamos el ejemplo de nuestros mayores, que sus lecciones, una vez más, son magistrales.