Javier Santamarina

LA LÍNEA GRIS

Javier Santamarina


Mickey ojos azules

04/11/2022

Hace unos meses, una persona me sorprendió al diferenciar con nitidez la admiración de la atracción. Las implicaciones que conllevan estas diferencias, no corresponden mencionarlas ahora, pero sorprende la cantidad de políticos y votantes que no saben diferenciar ambos conceptos. En general, los votantes prefieren los liderazgos fuertes, las personalidades explosivas ya que su carácter les transmite seguridad.

Basta unos instantes para sentir un respeto indescriptible hacia don Vito Corleone en El Padrino, su voz calmada y sus gestos sosegados, transmitían una fuerza infinita. Pese a la admiración tóxica que pudiera generar, hay que ser ingenuo para obviar que era un mafioso de tomo y lomo, aunque sabía dosificar al temible Luca Brasi. Todos entendíamos que el impetuoso Sonny no estaba a la altura de Michael y que Fredo; bueno, era Fredo.

Hago esta reflexión, porque parece difícil entender qué ha pasado en este siglo. Hay gente muy inteligente en el planeta, abundan los libros que nos explican qué estamos haciendo mal y los documentales de las plataformas nos recuerdan que si llegamos al próximo siglo, va a ser de chiripa. Cierto es que ninguno vio venir la invasión rusa, la dependencia energética occidental ni la debilidad estructural de nuestra industria; tanto es así que una pandemia de medio pelo confirmó nuestras limitaciones para hacer mascarillas o tener material sanitario.

Al no jugar al golf, algunos lo consideran hasta un deporte, observo con curiosidad el apasionado debate que ha generado la creación de una liga de torneos financiados con dinero de potencias petroleras de Oriente Medio. Las cantidades económicas son tan desorbitadas que la mayoría de las viejas glorias han decidido abandonar el circuito europeo y americano.

El dinero ha sido el detonante y la explicación del apoyo a esta deserción por parte de sus pragmáticos seguidores. ¿Es el vil metal la única motivación humana? Se puede decir que no han cometido ningún delito y solo son profesionales que intentan exprimir al máximo sus cortas carreras productivas. Desde luego, criminales no son y la libertad es fundamental.

Pero cuando en una sociedad todos los individuos se movilizan por intereses económicos, en muy poco tiempo descubrirás que la clase dirigente no está compuesta por los más aptos, ni que se mueven por nobles intereses. La corrupción, la mentira y la manipulación crecen. Una vida sin principios morales degrada con el tiempo. La desaparición del tejido social que se encontraba en múltiples asociaciones explica la polaridad cultural.