Pedro J. García

Pedro J. García


La mascarilla

08/04/2022

La mascarilla es uno de las medidas de protección contra el coronavirus que más cambios experimentó a lo largo de la pandemia y, por tanto, su grado de incordio para el usuario también es variable. Cuando menos molestó es cuando más falta hacía, que fue al principio, cuando los contagios se producían casi con una mirada, pero en ese momento las autoridades sanitarias estimaron que no era obligatorio su uso, más que nada porque no teníamos existencias para tanta población y es imposible obligar a alguien a usar algo de lo que se carece.
Pasado el primer momento, el de mayor número de contagios y fallecidos, ya teníamos mascarillas y su uso fue obligatorio, alcanzando ahí su cumbre de molestia para el usuario, sobre todo para quienes usamos gafas, porque, con las lentes empañadas, más de una vez uno no sabía ni por dónde caminaba. Con el paso del tiempo bajó el nivel de restricción y tras los meses que disfrutamos de poder estar sin mascarillas en exteriores, ahora llega el anuncio de que no será obligatoria en interiores a partir del día 20, con algunas excepciones.
Queda claro que cuando más falta nos hizo no la teníamos y cuando no es tan imprescindible, más nos toca las narices, nunca mejor dicho. Vean un ejemplo práctico: el sábado pasado, en un acto estuvimos con la mascarilla en una sala durante el tiempo que duró, una hora aproximadamente, y después se ofreció un vino, en otra sala, y ahí estuvimos más de dos horas sin mascarilla, porque ya saben que mientras se come y se bebe uno no se contagia. Pues eso, que los que imponen las medidas tocan más las narices que la mascarilla.