Domingo Henares

Domingo Henares


Ante el espejo

14/02/2021

Pudiera ser que las palabras, alguna vez, no tengan significado absoluto. Por eso es bueno convenir un valor de uso compartido, sin recovecos de pliegues en el alma ni oscurantismos, para que se cumpla aquel aforismo de que hablando se entiende la gente. Y sepa el mundo a qué atenerse cuando el vicepresidente segundo del Gobierno de España afirma, con total frescura por todo el rostro, que «España no es una democracia plena». Y es entonces cuando saltan las alarmas, al tiempo que nuestra Constitución del 78 gira campanas al vuelo y pone sobre la mesa la primera línea del artículo 1, donde puede leerse, casi sin respirar y con la debida emoción, que «España se constituye en un Estado social y democrático de derecho». Y, sin tardar lo que se dice un respiro, todavía en el artículo primero, punto 2, afirma que «la soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado». Y así hasta el artículo 169, todo un cántico a la libertad política, aunque en ocasiones entorpecida y maltrecha.
Decididamente, el vicepresidente segundo del Gobierno desconoce el valor de las palabras, habiendo sido profesor de Universidad interino, y se le caen inservibles de las manos. Las pierde engañosas en el camino. Aunque al final, y como una venganza poética del lenguaje, se cumple la profecía que toda palabra lleva en su seno antes de pronunciarse. Porque también es cierto que España está malherida en su democracia. Y el vicepresidente segundo del Gobierno, imparcialmente, conoce la causa mirándose al espejo.
Mientras quien lo nombró escucha la canción de la lluvia en los cristales.