Antonio García

Antonio García


Los allegados

07/12/2020

Las restricciones para salir de la comunidad durante las navidades cuentan con una excepción: hay licencia si la escapada es para reunirse con familiares o allegados. Como la gente tiene la mosca en la oreja y anda confundida ante el mareo de órdenes y contraórdenes, su primera reacción ha sido correr al diccionario para verificar el significado de «allegados», que es una palabra sencillita, de uso común, con la que en otra situación no hubiéramos tenido problemas. Pero basta con que la pronuncie el Gobierno para ponerla bajo sospecha y confundirla, siguiendo la doctrina de D’Ors de que lo que está claro hay que oscurecerlo. Con otras palabras más raras, e incluso indescifrables, no hemos tenido problemas: perimetral, asintomático, conviviente, se han deslizado por nuestras tragaderas convenientemente ensalivadas, sin un solo reproche. Hace unos días Pablo Iglesias elogió el «recorrido ético» de los abertzales. Bajo esa enigmática expresión se refería al arrepentimiento por los crímenes de ETA. Sin embargo nadie le recriminó ese rodeo, porque se da por hecho que un político jamás debe llamar a las cosas por su nombre -arrepentimiento es una palabra demasiado vulgar- sino con eufemismos, cuanto más emperifollados mejor. Nos han acostumbrado a una jerga inescrutable, y ahora la claridad nos desorienta. El gran error del ministro Illa, a quien solo el acento catalán distingue de Cantinflas, ha sido utilizar una palabra consuetudinaria, para la que no estábamos preparados. ¿Qué diablos querrá decir allegados? Todos conocíamos su significado hasta que la pronunció el ministro, convirtiéndola en críptico palabro.