Eloy M. Cebrián

Eloy M. Cebrián


LGTBetc

05/02/2021

Han trascendido algunos detalles del borrador que prepara el gobierno para que las personas transgénero dispongan de una ley que los rescate del limbo o de los márgenes, que todavía resultan más inhóspitos. Y vaya por delante mi reconocimiento por el valor de legislar sobre asuntos tan espinosos. Si hasta las feministas se han mosqueado, pues temen que se les cuele alguien con pene y testículos en el vestuario del gimnasio, un espacio tan duramente conquistado para su causa. O quizás que, a la hora de recibir subvenciones, tengan que sufrir la competencia desleal de miles de mujeres de pacotilla que se declaran como tales sin haber tenido trato con el cirujano ni haber recibido una triste inyección de estrógenos. ¿O es que para tener la consideración legal de hombre o de mujer basta con considerarse de determinado sexo, con independencia de lo que oculten el sostén o los calzoncillos? Bien podría ocurrir así si prospera el borrador con el que trabaja el Ministerio de Igualdad, un texto con el que el PSOE se siente incómodo y creo que hasta un poco abochornado. Más que con texto legal, parece que nos las vemos con una especie de conjuro capaz de obrar prodigios, unas palabras mágicas que permitirían a cualquier ciudadano cambiar de sexo con solo desearlo y manifestarlo. Cabría la posibilidad, incluso, de realizar el tránsito varias veces a lo largo de la vida, como las ranas o el pez payaso, o de declararse asexuado o no adscrito, como aquel concejal tan divertido que tuvimos por aquí. Todo esto es muy revolucionario, es cierto, con la particularidad de que se trata de una rebelión contra el sentido común y hasta la misma realidad. Y no puedo evitar acordarme de aquella escena de La vida de Brian en la que un hombre defendía su derecho a llamarse Loretta e incluso a parir bebés, pese a carecer del equipamiento biológico necesario.