A este país nuestro un día se le reventarán las narices, harto de aguantar a unos politicastros que lo están convirtiendo en un erial, como resultado de sus errores y tropelías. Tal parece que desde que estalló la pandemia de Coronavirus que nos ha masacrado durante casi tres años, y todavía gotea, nos hubiéramos acostumbrado a aguantar todos los ultrajes de que se nos hace objeto, inclinando mansamente la cerviz. ¡Hay España, quien te ha visto y quién te ve! ¿Dónde está el orgullo y la casta de los españoles?
Es incomprensible que nadie se atreva a hablar de democracia, teniendo un Gobierno que en asuntos tan trascendentales como las relaciones entre España, Marruecos y Argelia, con el suministro del gas de por medio, su Presidente se atreve a tomar decisiones que podrían alterar negativamente las condiciones de vida de los españoles.  Los asuntos que afectan al desarrollo de la vida de todos los ciudadanos, sean del color político que sean, deben ser discutidos en el seno del Congreso de los Diputados. Y resulta evidente que la toma de decisiones, más o menos drásticas, deben estar respaldadas por todos los partidos con representación parlamentaria.
Pero don Pedro no opina lo mismo y sigue haciendo de su capa un sayo. Ya era de temer que lo del Sahara  traería cola. Porque la democracia no es un quien manda, manda y cartuchera al cañón. Los asuntos de Estado deben ser resueltos de acuerdo con toda las fuerzas políticas, porque no son exclusivos de ningún partido. Pero con un presidente que se cree en posesión de todos los poderes, caminamos lenta pero inexorablemente hacia un precipicio político y convivencial.