«En 2050 no habrá agua para todos en la Tierra», no sé donde, pero lo he leído uno de estos días. Algo que, egoístamente, a los de mi quinta no nos debe quitar el sueño, pues estamos ya más para allá que para acá. Nos preocupa más lo que está haciendo Putin, y sobre todo lo que le dejan hacer los «centinelas de occidente». Sobre todo el yankee Biden, que como no esté pensando en asfixiar con sus ventosidades al pequeño genocida ruso, no se le ven ideas claras sobre cómo poner fin a la masacre a que está sometiendo el soviético a los ucranianos. Ay, los pequeñines con poder… ¡Cuánto daño han hecho en la Historia de la humanidad! Tal parece que quisieran hacernos pagar a sus semejantes el haber nacido casi enanos. 
Claro que el que lo paran a uno alto y guapo tampoco es un ukase de buen gobernante. Si así fuera, nuestro Pedro Sánchez sería un Winston Churchill a lo carpetovetónico, capaz de meter en cintura a todo bicho viviente de los que le rodean en este gran teatrillo de la política española. Antes al contrario, lo llevan a mal traer pequeñines como Pablo Iglesias, rechonchos y regordetes como Santiago Abascal, y miembros de su Gobierno como el ministro del interior Fernando Grande–Marlaska, más bien peso mosca, amén de algún justito y escuchimizado como el de la moto. Y no digamos el guirigay de garridas mozas de que se ha rodeado, que están haciendo de él un fiel consumidor de Optalidon para poder sobrellevar los dolores de cabeza que le proporcionan.
 Le faltaba al Pedro Sánchez de nuestras entretelas un gallego de esos que uno nunca sabe si va o si viene. Y ya lo tiene. Porque Núñez Feijóo le va a resultar un hueso duro de roer. O así me lo parece…