Ramón Bello Serrano

Ramón Bello Serrano


No valer nada

23/04/2022

Nada ha cambiado -es el apunte omnipresente del aparato para hablar de nuestro compromiso con el Frente Polisario-. En Albacete hay una gran tradición familiar en acoger niños del Polisario para pasar las vacaciones de verano -les tratan como si fueren hijos suyos y se desviven por ellos-. Felipe González les prometió reconocimiento internacional a nivel de embajada y se quedó en facilitar una oficina permanente en Madrid -esto ya era mucho-. En 1985 publiqué articulo (Tamogago) a propósito del ataque sufrido por el patrullero español por parte de fuerzas del Frente Polisario, en el conflicto del Sáhara, donde perdió la vida un militar español y heridos otros dos cabos. González aguantó el tirón por una cuestión que iba más allá de la política. Era una exigencia moral tras el abandono colonial -y a algunos nos parecía incomprensible la furibunda crítica de la oposición conservadora: Fraga llegó a decir, siendo ministro Marcelino Oreja, que Moscú, mediando Argelia y Libia, había hecho del Polisario un peón del Partido Comunista de la Unión Soviética -y recuerdo bien que en aquella ocasión en el Congreso, González evitó, propiciando la ausencia de diputados socialistas, que prosperara la proposición comunista de reconocimiento pleno al Polisario -lo hizo sabedor que sería el próximo presidente del Gobierno y que la decisión era de una cuantía enorme, de Estado, donde no conviene a nadie la frivolidad-. El Polisario se ha sentido justamente traicionado -la traición es insoportable cuando proviene de la antigua potencia colonial y enmienda, de un plumazo o de una carta artera, el compromiso del socialismo español. A buen seguro que Pedro Sánchez tendrá sus razones -se hacen indefendibles orillando al parlamento y hurtando al propio partido la discusión y debate interno- y que muy pocos estarán dispuestos a cumplir su obligación moral -hablar de las colonias españolas puede parecer anticuado, pero la palabra empeñada del socialismo era toda una corona en el maltrecho tesoro polisario y en la ambición legítima de la república saharaui-. El cariño de las familias albaceteñas se hará más fuerte todavía. Pero decir que nada ha cambiado es lo mismo que decir que la palabra empeñada no vale nada.