Mi primer recuerdo electoral se remonta a las Elecciones Generales de 1982, las de mayor participación de la democracia y que dieron el primer Gobierno a Felipe González Márquez, el mejor presidente que ha tenido España, pese a las sombras de su etapa final. Ese año yo tenía 11 años, pero eran los primeros comicios en los que mi hermano pudo ejercer su derecho al voto. Yo, en ese momento, siendo todavía un crío, tenía envidia sana, porque veía a mi hermano como una persona mayor, con capacidad para decidir nuestro futuro.
Tuve que esperar hasta las Elecciones Generales de 1989 para poder ejercer mi derecho al voto y desde entonces hasta ahora, que camino hacia los 50 y tantos años, en todos los comicios en los que he formado parte del censo electoral he ejercido mi derecho al voto, porque soy de las personas que piensa que los derechos que tanto costaron conseguir a las anteriores generaciones están para aprovecharlos.
Puedo entender el desencanto de muchos ciudadanos, porque, por desgracia, el nivel de nuestra clase política no es de los mejores que hemos tenido, pero, nos gusten más o menos, son quienes llevarán las riendas de nuestros municipios o regiones durante los próximos cuatro años. Todo no debe reducirse a blanco o negro, porque existen los grises y en los comicios no sólo están las opciones de los distintos partidos políticos que concurren, ya que, por ejemplo, también está el voto en blanco. El domingo, yo acudiré a votar como llevo haciéndolo desde 1989 y creo que todos los incluidos en el censo electoral deberían hacerlo, porque nos acordamos de los derechos cuando no los tenemos.