Schumpeter se caracterizaba por plantear preguntas relevantes y ofrecer respuestas desconcertantes. En 1942, después de su catastrófica experiencia como ministro de Finanzas de la República de Weimar, escribió el libro Capitalismo, Socialismo y Democracia. Ya en la primera página enuncia las dos preguntas que le acuciaban: ¿Puede democratizarse el socialismo? ¿Puede sobrevivir el capitalismo? A las dos cuestiones respondió con un no categórico. 
El socialismo (lo que luego se llamaría «comunismo») no puede democratizarse porque si los ciudadanos recuperan la libertad lo primero que harán es escapar del «paraíso socialista» donde les obligan a vivir. El capitalismo, por su parte, está condenado a morir de éxito. Los diferentes grupos sociales (desde los sindicatos a los intelectuales) aumentarán progresivamente sus exigencias hasta acabar con la gallina de los huevos de oro. En la universidad pública, la mayoría de intelectuales se pasarán el día criticando al opresor sistema capitalista que les da de comer. 
Para entender al economista austríaco nada mejor que analizar las propuestas de los partidos políticos españoles en un año electoral. Casi todos están de acuerdo en que suban los salarios, aun cuando la productividad continúe estancada. Y que las pensiones mantengan su poder adquisitivo, aunque quienes las pagan son cada vez menos y más pobres. El número de servicios públicos no para de crecer. Algunos políticos han sumido el compromiso de construir viviendas dignas al alcance de todos o crear millones de puestos de trabajo, ellos que sólo pueden nombrar funcionarios. Esos gobiernos disfrutan regalando el dinero ajeno. El PSOE bendijo a los jóvenes que cumplían 18 años con 400 euros. Sus socios más radicales han elevado la paga a 20.000. Por supuesto, todo esto sin exigirles nada a cambio.
¿Entiende ahora qué significa «morir de éxito»?