Dice la neurociencia que el amor activa las mismas partes del cerebro que la adicción a las drogas. Nos hace sentir capaces de conseguir cualquier meta, sea lo que sea. Un chute de energía megapositiva. Lo compro.
Hay tantas definiciones del amor como corazones. Para mí el amor va de sentir con sólo mirar, de desarmarte con una sonrisa, de salvarte con coger la mano o de decirlo todo con un silencio. Va de magia, va de tener la necesidad de compartir, va de proyectos en común, va de sí a todo y a ciegas. Va de querer querer. Va de sumar y hasta de multiplicar, de curar heridas y de no faltar a las promesas. Va de lealtad y de consuelo, de no rendirse, de planear momentos felices, pero también de improvisarlos.
Va de seducir y de vivir exprimiendo la vida. Va de días chulos y momentos de luz, va de cerrar los ojos y confiar, de complicidad, de generosidad, de cuidar, de decorar un rincón tuyo y mío, de merecer la pena, de apetecer, de apoyar y de abrazar el alma. 
Va de mostrarte sin filtros y para eso hay que ser muy valiente porque exhibes tu vulnerabilidad y tus miedos. Esto del amor va de sinceridad, pero de sinceridad sin maquillaje, de esa que dispara y a veces te pilla descuidada y sin escudo. Va de escuchar, de respetar espacios, tiempos, decisiones, opiniones y por tanto también va de confiar. Sin miedos, sin fantasmas, sin fisuras. Va de ponerse en la piel del otro. De no juzgar. Va de ti y de mí, de lo nuestro.
Amar es no parar de aprender y no dejar de crecer bien acompañada.