Ángel Villarino

RATAS DE DOS PATAS

Ángel Villarino


Fronteras

05/02/2021

Una cosa que nos ha devuelto la pandemia son las fronteras. Después de décadas difuminándolas, nuestro día a día se ha llenado de líneas imaginarias. No solo entre países, sino también entre comunidades autónomas, incluso para salir o entrar a un municipio o una zona básica de salud. ¿Alguien sabía cuál era su zona básica de salud hace diez meses? Ahora un viaje en metro puede convertirse en ilegal, ya no digamos un fin de semana en el campo o en la playa.
Hay gente atravesando fronteras furtivamente a todas horas, ciudadanos clandestinos incumpliendo la ley para ir a comer de menú, saltándose la normativa vigente para visitar a un amigo, para saludar a su madre, para pasear por el parque donde lleva cinco años llevando al perro, para comprar el pan en el obrador que nos gusta en lugar de hacerlo en el que nos permite la regulación sanitaria.
Las fronteras son siempre un fastidio para quién no puede atravesarlas alegremente. No molestan, incluso hace hasta ilusión cruzarlas cuando eres un turista de vacaciones en República Dominicana. Pero pueden amargarte la vida cuando eres un inmigrante de tránsito en el Espacio Schengen. Con un salvoconducto de agente comercial, o incluso de periodista, las fronteras son de verdad imaginarias. Cuando no te afecta, es difícil estar en contra de limitar el tránsito por un bien mayor: para atajar el virus. La cosa cambia cuando no tienes manera humana de conseguirlo o cuando te juegas el suelo o la vida en ello.
Podría ser una de las conclusiones que alcancemos, aunque no creo, cuando acabe todo esto, cuando recuperemos parte de nuestra libertad y las fronteras vuelvan a ser cosa de mapas y de gente más pobre que nosotros.