Hay que reconocérselo, nadie en la política española es capaz de competir siquiera con la capacidad que tiene para generar titulares y crear polémica Isabel Díaz Ayuso. La presidenta madrileña lo ha vuelto a lograr, ahora con su concepto sobre las becas y los criterios para concederlas en la comunidad que ella preside. Hoy si entendemos que no cesara a aquel consejero suyo que dijo no hace mucho aquello de que no veía pobres en Madrid. Ni le cesó ni le regaló unas gafas para mejorar su vista. Ella lo ve igual y tampoco necesita gafas para ver y entender la realidad de una sociedad en la que no hay ricos ni pobres, sólo ricos, y donde familias que ingresan más de 100.000 euros al año son clase media y por tanto buenas gentes que no se merecen quedarse al margen de optar a becas, eso sí, dirigidas hacia la enseñanza privada.
La defensora de las libertades y de la igualdad que ratificó estridentemente el pueblo de Madrid en las últimas elecciones de dicha comunidad, hay que reconocer que tiene un discurso místico que contrasta con lo que muchos entendemos por libertad y que cada paso que da hacia la igualdad termina germinando en una tremenda desigualdad. Su nueva idea, la de las becas para ricos, además de un disparate si llegara a implantarse, ya no es que sea demagogia, que también lo es, sería una afrenta a la sociedad en materia en la que tan necesitados estamos de equilibrio y reforma, como lo es la educación. Una educación que en la España actual adolece de la atención y cuidados que pasan por reforzar el formato público y no apoyar inventos elitistas ni privados capaces de terminar siendo una bomba a la que Ayuso está colocando la espoleta.