Antonio García

Antonio García


Futurofobia

12/09/2022

Aprendo un nuevo término, futurofobia, aplicado por el suplemento Retina al auge de la nostalgia, que ejemplifica con la vuelta de iconos del pasado o con ciertas actitudes del presente. Biopics de Elvis, Marilyn, Aretha Franklin o Sex Pistols, asedio a músicas antiguas –Kate Bush- en series de ahora, actualización de Crónicas de un pueblo en las remembranzas rurales de Ana Iris Simón o Carla ídem. Añoranza, en suma, de lo predigital. Parece que el autor de la reseña, Galo Abrain, como buen adanista, no se haya enterado de que la nostalgia no es cosa de ahora, del presente actual, sino de todos los presentes; de que el ritornello, como constante histórica, ya fue experimentado por nuestros antepasados –a los que ahora miramos con nostalgia- y que también repercutirá sobre él dentro de treinta años, cuando tenga que descubrirle a sus nietos los méritos de Rosalía. El culto a la nostalgia no tiene por qué ser bandera de negacionistas –negadores del presente-, y siempre que no se use de mala manera para revivir batallitas individuales, es el único arma de que disponemos para preservar nombres, eventos y costumbres que de no ser por los más viejos del poblado quedarían arrumbados en el depósito de cadáveres. Favor que les hacemos a los jóvenes sin memoria cuando les prestamos la nuestra sin pedir nada a cambio. Lo que si se ha modificado, y mucho, es la percepción del futuro: siendo también una constante de los viejos mirarlo con reservas –salvo que uno sea un optimista radical- ahora queda más justificada no la desconfianza hacia lo incógnito sino el pánico hacia lo previsible, que es, como cantaban los añorados Sex Pistols, la ausencia de futuro.