Las malas acciones han gozado siempre de gran predicamento, pero lo de la criatura que atiende al nombre de Shakira rebasa con mucho, merced a la capacidad amplificadora de internet y sus redes, tanto el predicamento (la prédica) como la masiva adhesión a él habidos hasta ahora en el terreno de la casquería sentimental. En otro género de casquería, la política, la monstruosidad ideada por el ocioso vicepresidente de Castilla y León, García Gallardo, para afligir más si cabe a las mujeres que se hallan en el siempre penoso trance de la interrupción de su embarazo, no ha encontrado, sin embargo, tanto eco en las redes esas, seguramente por tratarse de algo serio, importante y necesitado de la atención y el repudio general.
En tanto hay quienes elevan la macarrada de Shakira a los altares del feminismo 2.0, como si los insultos y el desprecio de una mujer a otra fueran el colmo del empoderamiento, la enfermiza disposición de Vox en Castilla y León, copiada de la implantada por el totalitario Orbán en Hungría, ha entrado en vigor, si bien nadie en su sano juicio habrá de obedecerla. La pena es que haya quienes tengan la salud de su juicio averiada y secunden o sean cómplices de esa modalidad de tortura destinada a devolver a las mujeres a los tiempos más oscuros, los de su ninguneo, castigo y opresión.
Lo de la cantante que no llora cuando lo mismo debiera derramar siquiera una lágrima por higiene emocional, pero que sí factura aunque olvidando pagar los impuestos correspondientes a su descomunal facturaje, no es que sea sólo una mala acción, sino una mala acción llevada a efecto atentando, de paso, contra el buen gusto musical. Usar una canción para un ajuste de cuentas personal siempre es sórdido, pero que encima la canción sea una birria, la letra particularmente, es imperdonable.
No debería chocar que en tiempos de abolición de la intimidad, una señora se crea en la necesidad de poner verde públicamente al tipo que "la ha dejado por otra", y, de paso, a "la otra", o principalmente a "la otra". Tampoco que en tiempos de monetización de todo, hasta de la flatulencias derivadas de una mala digestión de lo vivido, el despecho y la venganza facturen lo que en este caso llevan facturado y lo que les queda por facturar. Pero aún debe quedar algún inadaptado, el que ésto escribe sin ir más lejos, al que le choque. La casquería, bien guisada, es deliciosa, pero la sentimental y la política, que tienen mala cocina, no parecen muy aptas para el paladar.