José Juan Morcillo

José Juan Morcillo


Cuánta virtud, cuánta indecencia

14/10/2020

Pasamos por tiempos difíciles. Muy complicados. La pandemia continúa agujereando el ámbito de muchos hogares, sembrando huecos irremplazables; la crisis económica empuja a trabajadores en paro, con titulaciones académicas, a pedir pan en las colas de la indigencia porque el subsidio apenas les llega para pagar la hipoteca y los recibos básicos.
Sé de una familia que perdió casi todo tras la crisis de hace doce años. Un matrimonio y dos hijos. El marido sigue en paro desde entonces, la hija acepta contratos basura para amasar pan y cocerlo, y la madre, la madre y esposa, enferma de diabetes, limpia casas y oficinas durante la semana, desde las siete de la mañana hasta las cinco de la tarde, sin poder comer en su casa, y los fines de semana recoge y friega los servicios de un merendero. La madre limpia la mierda de los demás para que coma toda su familia y para pagar los estudios universitarios de su hijo. Está sacando todo Sobresaliente y un día me dijo mama, cuando empiece a trabajar ya no tendrás que trabajar tanto. La madre limpia la mierda de la habitación de un veinteañero universitario, gandul y adicto al tabaco, a las fiestas y a las redes sociales, para que no les falte de comer a su familia y para pagar la matrícula y la manutención de su hijo, que es su orgullo.
La necesidad es la gran maestra de nuestra vida. Necessitas magistra, escribió Erasmo. Desde siempre, y más ahora, en los tiempos que corren, virtud es lograr salir del barro en el que has caído, y valorar y aprovechar las posibilidades que la vida te ofrece. La indecencia es lo contrario: no apreciar, estando arriba, las ventajas que se tienen al alcance de la mano y caer en las alcantarillas de la escoria y de la podredumbre moral. «Cuánta virtud sea saber los hombres subir siendo bajos, y dejarse bajar siendo altos cuánto vicio», confesó Lázaro de Tormes.
La auténtica nobleza está en la virtud, no en la cama en la que se ha nacido. Es un alma limpia y recta la que ennoblece a la persona, no los billetes que haya en el bolsillo para alimentar y engordar la ociosidad, el hedonismo y la irresponsabilidad.