Eloy M. Cebrián

Eloy M. Cebrián


'Solotildismo'

13/11/2020

En estos tiempos tremendos que nos aquejan, acordarse de que existen las nimiedades no deja de ser un consuelo, y la que quiero abordar hoy quizás sea la más insignificante de todas ellas. Se trata de la discusión sobre si «solo» debe escribirse con tilde o sin ella. Durante mucho tiempo la RAE ordenaba el uso de la tilde cuando «solo» equivalía a «solamente», es decir, cuando se trataba de un adverbio en lugar de un adjetivo. No sé por qué, pero esa pintoresca regla ortográfica caló muy hondo en la conciencia de los estudiantes de este país, como si el hecho de distinguir cuándo «solo» había de tildarse lo convirtiera a uno en miembro de una élite cultural. Pero, ay, en su Ortografía de 2010 la Academia decidió renunciar a esa regla, junto con aquella otra (también muy resultona) de que los demostrativos debían escribirse con tilde cuando eran pronombres. Es más, esa tilde que antes era preceptiva pasó a tildarse de falta de ortografía, de modo que si ahora ustedes escriben «Sólo sé que no sé nada», no solo no se les considerará cultos, sino que se habrán hecho acreedores a las orejas de burro. Con lo que la Academia no contaba era con el aguerrido Arturo Pérez-Reverte, que lleva años clamando desde el tuiter que él seguirá escribiendo los «solos» adverbiales con tilde le pese a quien le pese. Y, a modo de desafío, esgrime este ejemplo: «Sólo uso la tilde cuando estoy solo, pero sólo para sentirme menos solo». Se aprovecha Pérez-Reverte de que la Real Academia no es una institución castrense, pues de otro modo ya lo habrían ejecutado sumariamente junto con todos sus secuaces. Y concluyo declinando cualquier responsabilidad sobre los «sólos» que pudieran aparecer en esta columna y las venideras. Los solotildistas son una secta tan insidiosa como los Iluminati. Y acechan por todas partes.