Antonio García

Antonio García


Negaciones

31/05/2021

La deriva que se le ha dado al término «negacionista» para referirse con él, de modo despectivo, a quienes no comulgan con la misma rueda de molino que nosotros corre el riesgo de simplificar la riqueza de opciones, de reducirlo todo a un sistema binario de buenos y malos en el que los malos, por descontado, siempre son los otros, los que niegan la mayor. Pero bien mirado, hasta los que presumen de cordura y sensatez -léase los que creen a pies juntillas en la ciencia como una religión- son también negacionistas: negacionistas de los negacionistas, si se permite la redundancia. Dentro del mismo mundo científico se ha abierto un cisma a propósito de las vacunas o de la conveniencia de mantener las mascarillas: lo que afirman unos lo niegan otros, y esto a su vez es negado por el ministerio de sanidad, cuya  dinámica postura al respecto ha consistido en afirmar donde antes negaba, o viceversa, constituyéndose en negacionistas de sí mismos. Las autonomías, por supuesto, son negacionistas de la autoridad central, con lo que el clima alcanza cotas de confusión que hace indistinguibles la afirmación y su contrario. Yo tengo mis días de negacionista, pero no me atrevo a decirlo muy alto para que mis convivientes no me nieguen el saludo, porque una de las consecuencias del negacionismo es el ninguneo, que siempre será preferible, no me lo negarán, al linchamiento. No obstante, alterno mis negaciones con ramalazos de afirmación, para no convertirme en un Simón Pedro reincidente, y para los casos de duda, me reservo el as en la manga del no sabe no contesta, que no deja de ser, a fin de cuentas, otra negación.