Carmen Picazo

Carmen Picazo


Una opción necesaria para España

08/02/2022

El bipartidismo en España comenzó a resquebrajarse a finales de 2013 e inicios de 2014. No es casualidad que Vox se constituyera un 17 de diciembre de 2013 y justo un mes después, naciera Podemos, el 17 de enero de 2014. Es cierto que las razones de esa irrupción en el escenario político implican orígenes muy distintos, pero el resultado fue el que fue. Y no es otro que el inicio de una polarización política en nuestro país que todavía hoy nos acompaña.
El origen de ciudadanos es muy distinto. Nació mucho antes, un verano de 2006. Y lo hizo en Cataluña, como una respuesta política y organizada ante la inacción y la desafección del bipartidismo que desde la transición ha sido incapaz de entenderse y relacionarse con la realidad catalana. Una respuesta nacional concentrada en Cataluña. Fue un basta ya y una apuesta patriótica por frenar a la elite oligárquica independentista que no ha cesado en su empeño por destruir España desde el primer estatuto de autonomía. Ciudadanos, también se fundó con el objetivo de mitigar la anomalía de nuestro sistema electoral, que permite una sobrerrepresentación exacerbada de los insaciables partidos nacionalistas e independentistas en nuestro país. Un objetivo sano para ser una llave, no solo de moderación, sensatez o sentido común, sino también de ejemplaridad, transparencia y rectificación de los vicios de un bipartidismo que iba camino de ser un régimen monocolor con mínimos matices fiscales.
Nuestra historia democrática reciente ha cosechado momentos de esperanza e ilusión memorables por nuestros padres y por nosotros mismos, sobretodo los que hemos nacido en torno a la transición. El Partido Socialista conquistó los corazones de los españoles en 1982 con Felipe González, un sentimiento generalizado de esperanza, de cambio por transformar lo que era transformable y necesario. En 1996, lo volvió hacer el Partido Popular con José María Aznar, hablando de un liberalismo reformista ilusionante, que posicionara a España en un nuevo nivel homologado a otros países de nuestro entorno, incorporando a España en la moneda común, entre otros hitos, que muchos ya no recuerdan o no les interesa recordar. Era un modelo que iba configurándose y profundizando en una consolidación democrática avanzada.
Sin embargo, ese sistema bipartidista también ha venido incurriendo en una degeneración que, para muchos ciudadanos, que en su día se ilusionaron con unos y con otros, volvieran a decepcionarse, con unos y con otros. La decepción ha venido generalizándose en la población española provocando altos niveles de desafección política. Los líderes de los principales partidos han evolucionado a estilos más planos, menos ilusionantes. Y, si me permiten, menos brillantes e inspiradores, como hemos tenido en 1982 o en 1996. Una de las depravaciones actuales de nuestro actual modelo hegemónico representativo es la polarización, con la irrupción de Vox y Podemos (además de su implicación independentista y nacionalista asociada), a la izquierda y a la derecha, de los partidos de izquierda y de derecha.
Todo invita a pensar que por mucho que sus asesores y sus estrategias de marketing político trabajen para lo contrario, haciéndonos creer que están en el centro, lo cierto es que unos mirarán a su izquierda y otros a su derecha para formar esos intentos de gobierno que traten de emular, al menos en lo posible, a sus líderes inspiradores de su pasado reciente. A esos movimientos que fueron capaces de ilusionar a más de media España por un lado y por parte del otro, y viceversa. Hoy, la única opción democrática segura que no mira hacia ningún extremo es Ciudadanos. Este partido, que, por supuesto ha cometido errores, si bien no tan graves como los del bipartidismo puesto que estos solo han sido estratégicos, no por condenas judiciales por corrupción, es la opción sensata, moderada y de sentido común que España necesita. Este partido, que no viene de estar en su mejor momento, sigue siendo la única vía necesaria capaz de rectificar los errores del bipartidismo, capaz de evolucionar hacia una nueva etapa de estabilidad democrática, capaz de recuperar la ilusión robada a los españoles desde hace tantos años, capaz de frenar de una vez por todas a los partidos que quieren destruir España y capaz de reformar un sistema basado en una carga fiscal elefantiásica y de un modelo productivo anquilosado en el pasado. Un partido capaz de modernizar y posicionar a España en el nuevo escenario del siglo XXI. Una opción capaz de llamar a las cosas por su nombre, de manifestar un sentido común mayoritario, moderado, silencioso, pero enérgicamente patriótico que no está de moda.
Dicen que llamar pan al pan en la España actual es revolucionario. Estamos de acuerdo con eso. Y también con un inconformismo frente a un bipartidismo tentado del extremo a su vera e incapaz de ilusionar ni siquiera a sus votantes. Quizá sea más que nunca necesario apelar a una revolución de los inconformistas ante una deriva decepcionante. Quizá Ciudadanos, los liberales, estén más vivos que nunca. El partido está por jugar.