Antonio Pérez Henares

PAISAJES Y PAISAJANES

Antonio Pérez Henares


La baraka perdida

21/05/2021

Hace poco más de dos meses, allá por los primeros días de marzo, no había encuesta ni opinador que no sentenciara que Pedro Sánchez no sólo no había sufrido desgaste alguno ni con la pandemia ni por sus pactos con extrema izquierda, separatistas y Bildu, de postre, sino que iba pletórico y de triunfo en triunfo. Las elecciones catalanas, aunque no consiguiera su objetivo final, habían supuesto un avance espectacular del PSC y habían hecho trizas a Cs y al PP. El valido Redondo se encontraba en la cúspide de la gloria. No había sombra alguna que pareciera poder ensombrecer el camino triunfal del caudillo y su infalible gurú.
Fue entonces cuando ambos decidieron asestar el golpe definitivo y final. Acabar con lo poco que quedaba del poder de los populares y arrebatarles los pocos territorios donde gobernaban. Así que pactaron con la ansiosa y desesperada Arrimadas y urdieron un plan por capítulos que comenzaría en Murcia y concluiría en Madrid. Tras ello todo estaría ya consumado. No habría ni oposición.  
Lo primero, el día 10 de marzo, fue presentar la moción de censura en la región murciana. Ciudadanos se la jugaba a sus socios de gobierno y se hacía con la presidencia junto al PSOE. Pero se apresuraban a decir y perjurar que ‘eso’ solo y únicamente iba a ser allí, que tranquilos los demás. En realidad, era decir que te tenemos puesta la soga al cuello y los pies en la trampilla. Cuando convenga se abre y a patalear. Para unos, sobre todo el beneficiario real, el PSOE, todo parecía ganado y los rivales poco podían hacer.
Pero de golpe y en un verbo todo se comenzó a torcer. Murcia no salió, los que tenían que votar decidieron que no y la maniobra ya inaudita de los socialistas intentando pactar ¡con vox! Añadieron escarnio al fracaso. Fue solo el primero. Porque la espoleta de la verdadera bomba saltó en Madrid. El mismo día del anuncio murciano, Díaz Ayuso reventó la ecuación. El sainete de Gabilondo y Errejón intentando colar una moción de censura tras la convocatoria electoral, fue la primera victoria de la líder madrileña y el primer ridículo de sus rivales que acabaría por sustanciarse en una hecatombe el 4 de mayo, que de propina se llevaría por delante a Pablo Iglesias y, es cuestión del tiempo su implosión, a Podemos.
Antes de ello otra derrota monclovita se había venido a sumar al fiasco. La moción precipitada de Castilla y León, que iba también en la cesta, se añadía a la costalada murciana y acababa igual de mal o aún peor. O sea, que de tres órdagos, Sánchez y Redondo habían perdido los tres. Y en Madrid ¡hasta el reloj! Porque si en los anteriores se habían abierto grietas, en Madrid reventó una presa de descontento y rechazo que está por ver hasta dónde llegará.
Las encuestas dicen que desde luego ha tenido un alcance nacional y provocado un verdadero terremoto. El corrimiento de tierras que anuncia es tremendo. Pero es, no se olvide, virtual. De aquí a cuando se vote todo puede haber cambiado. Pero, ojo, que puede ser para reencauzar o para desbordarse aún más. Porque lo único que resulta de ello es que hay gentes, muchas, que se plantean mover el voto y eso ya es en sí mismo una cuestión con la que no se contaba hace apenas nada. O sea, que, por abajo, soterradamente, todo aquello que parecía no socavar a Sánchez ni pasarle factura alguna resulta que no es así, que se la pasa y que se la puede pasar ya de manera directa. Vamos que el viento ha cambiado y lo hace con creciente intensidad.
Todo lo aparentemente ‘controlado’ se descabala. El gobierno de coalición semeja cada día más una corrala a voces y macetazos lo de Cataluña puede pintar muy feo y que, aunque un ministro ande diciendo por ahí que, si indultan a los secesionistas y les entregan hasta el manso, eso en ‘unos meses’ ya está olvidado. O sea, que su esperanza es que el pueblo español pierda la memoria de su iniquidad. Que esa es y ha sido siempre la jugada del sanchismo: contar con que España tenga memoria de pez y no recuerde ni una sola de su traiciones y mentiras. Y hasta ayer parecía que les salida bien, que era así. Hasta el 4-M madrileño todo parecía indicar que era así.
Ahora lo que parece es que la ‘baraka’ del guapo se ha eclipsado. Todo se le está torciendo y lo último, por ahora, es la sobrecogedora imagen del asalto e invasión de Ceuta, alentada sin rubor alguno por el Gobierno y el rey marroquís. Sin disimular siquiera. Un reventón más para el sanchismo que andaba anunciando siderales programas para la España de 2050 cuando se les cayó la frontera su encima.
  Un problema gravísimo, un asunto de Estado, sin duda, un lugar donde no cabría y no cabe sino hacer piña en defensa del interés nacional. Pero resulta, que, aunque ello está claro, el problema es de nuevo quien está a la cabeza del Gobierno de la Nación. El problema para aunar fuerzas resulta ser el propio presidente, sus ministros y sus aliados. El problema es que Sánchez es cada vez más visualizado por una mayoría de la población, no como baluarte ni alguien en quien confiar, sino como culpable por su desidia, su ineptitud o todavía algo peor.