El Gobierno de coalición parece una pareja mal avenida, ya saben, de las que discuten hasta la extenuación de sus vecinos a la hora de decidir dónde van de vacaciones, o sobre qué mueble compran para la entrada de su casa de alquiler, o con qué suegra cenan en Nochebuena, siempre que las autoridades sanitarias lo permitan. Otra cosa es cuando quedan a cenar con los amigos -un par de ellos, que no está el Covid para tonterías- o pasean por la calle Ancha. Ni una voz más alta que otra y menos un mal gesto. Sin embargo, es imposible que cuando alguno de ellos, él o ella, se toma un café con un compañero de trabajo o colega de toda la vida, no se le escape algún improperio que otro dedicado a su media naranja.
Pues así andan PSOE y Unidas Podemos. Cada vez les resulta más complicado ocultar sus diferencias. Y en los últimos días son muchas, que si la subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI), que si la campaña contra la Monarquía o que si la regulación de los desahucios. Y más allá de alguna salida de tono ante los medios de comunicación, el encontronazo captado ayer por los periodistas entre el vicepresidente segundo del Gobierno, el morado Pablo Iglesias, y la ministra de Hacienda y portavoz del Ejecutivo, María Jesús Montero, pone a las claras que las divergencias son muchas, y que apenas se pueden ocultar, aunque se quiera, a la opinión pública. Pues como espetó ayer en los pasillos del Congreso Montero a Iglesias, «no seas cabezón», lo mismo les apunto yo a ambos, no sean cabezones, ustedes son como el agua y el aceite. En fin, sigan engañándose.