Antonio García

Antonio García


La mala víctima

22/05/2023

Rosa Belmonte y Emilia Landaluce han publicado un thriller a cuatro manos (La mala víctima), y dado que no hay señales externas de la responsabilidad de cada una -una tipografía a dos tintas, por ejemplo-, el lector perplejo ignora a qué maestra armera hay que dirigirle las quejas, o los piropos si los hubiere. De igual manera, al optar por la compra, el que solo admire a una de las dos tendrá que apechugar con la otra. Víctor Manuel lo planteó en forma de pregunta: ¿Quién puso más? En toda relación de comandita siempre hay alguien que pone más amor, ternura o comprensión, aunque luego los beneficios se repartan equitativamente Este fenómeno cada vez más frecuente en la literatura -ya no hablamos de monstruos tricabezones- es también trasladable al ámbito de la política. Hasta hace poco los partidos constituían masas amorfas e indivisas, en las que como mucho podía distinguirse alguna individualidad, una tendencia alternativa que se solucionaba, por parte del interesado, cambiando de partido, o fundando otro. Ahora la bipolaridad, dentro de la misma formación, es más evidente y da como resultado engendros de dos cabezas. Tanto el partido de gobierno, que es una colación, como la oposición del PP alimentan en su interior dos tendencias, una más formal y otra que tira hacia el extremo. Puede que el elector a la hora de votar tenga muy claras sus preferencias -ciertos votantes del PSOE simpatizan con presupuestos de Podemos; ciertos votantes del PP con los de Vox-, pero el recuento final, al contabilizar siglas a bulto, no distingue qué porcentaje corresponde a cada parte y el votante se ve obligado a llevarse las dos en el mismo lote.